martes, 18 de septiembre de 2007
Cordial saludo. Les envio la última clase que realice en dias anteriores. Dicha sesion tambien hace parte del parcial. Vale aclarar que hasta el momento tan solo he hecho el recorrido por los dos primeros grandes sistemas sígnicos (oposición lengua-habla y código), quedando pendiente para despues del parcial los demás. Les pido el favor de imprimir y estudiar este tema y ademas de extraer preguntas sobre lo que no entiendan. En la próxima clase haremos un taller que se evaluará tal cual como lo hemos venido haciendo. Muchas gracias y espero lo disfruten.
Roland Barthes, Ferdinand de Saussure y los grandes sistemas sígnicos.
Augusto Solórzano
Magíster en estética
En su famoso texto “Elementos de la semiología” que fue publicado por primera vez en Francia 1964 y que en español tan solo aparecería editado siete años después, el famoso semiólogo y analista de la cultura en general, Roland Barthes adopta un gran numero de conceptos que habían sido el cuerpo estructural de la teoría lingüística de Ferdinand de Saussure a un contexto mucho más amplio y general en el que el signo lingüístico resulta ser tan solo un campo de estudio mas entre muchos otros. El término “adopta” sin duda hace referencia a la forma en que el primer autor asimila y acomoda gran parte de esta teoría para ampliar el derrotero teórico de la semiótica. En gran medida esta revisión que el francés hace supera de cierta forma la limitación de ver el signo única y exclusivamente dentro del contexto lingüístico en tanto que él logra profundizar y expandir el campo de acción del “significante” una vez éste empieza a visualizarse como una proyección del signo capaz de anclarse en cualquier ámbito de la cultura en general. Con la intencionalidad de explicar como es que la realidad que va produciendo en el acontecer social, Barthes abre una puerta para que el signo tenga por fin una clara connotación existencial. En pocas palabras, podemos decir que este autor amante de las paradojas, propende por explicar las realidades que los hombres van erigiendo en la sociedad a través del signo.
En la obra mencionada en el párrafo anterior, este autor no solo hace énfasis en la expansión del significante, sino que, además, plantea que es a través del signo que es posible la construcción de toda una ideología basada en un sistema de creencias, valores y costumbres que toda una comunidad acuerda convencionalmente. Gracias a la ideología es que la gente puede pensar y discutir sobre el mundo social, en tanto que ella determina la naturaleza de los argumentos y la forma retórica que adquieren en todas las instancias comunicativas de la vida cotidiana. Precisamente, es en este espacio donde libremente surgen visiones contradictorias, por ejemplo de la historia o de la religión, discusiones que por demás, no solo se expresan en forma ideológica, sino que además propicia la percepción de visiones opuestas sobre un mismo hecho o acontecimiento y, es desde este ámbito donde la retórica empieza a ser utilizada como la herramienta que en cierta forma determina “el significado” que los sujetos le atribuyen al pasado político o religioso .
Tras proponer que el "signo lingüístico" estaba ligado por completo con el signo social y que uno y otro se aplicaban y concernían por igual a todas la estructuras sociales en tanto que configuraban el signo sociosemiológico, Barthes formula con ello una nueva visión del significante que adquiere un carácter ideológico y cuasi realista.
Esta expansión del signo ha sido criticada duramente por ciertas líneas intelectuales que acusan al francés el haber pasado por alto la advertencia formulada por Saussure de que no se debía confundir el soporte material del signo con el valor lingüístico de éste. Dentro de la información recopilada en el “Curso de Lingüística general” aparece un claro ejemplo en el que este autor haciendo uso de una metáfora preveía los alcances de dicho trastrocamiento terminológico: el metal de una moneda no es el que fija el valor del significante, pues dicho valor se establece gracias a las diferencias que cualquier persona puede establecer entre ésta y las demás monedas similares que se hallan en circulación. De esta forma, es gracias a la diferencia que el usuario finalmente separa la verdadera imagen acústica de una moneda en particular de todo el resto de monedas que circulan en un país o en el mundo entero.
En este momento vale traer a colación los dos tipos de significación que Saussure dispuso para entender el problema del significante. El primero de ellos hace referencia al signo tomado en forma aislada y, el segundo, al contraste en el que el signo se le compara con otros signos de una forma totalmente drástica, tal como sucede cuando confrontamos al gato y al ratón, el día con la noche, al hombre con la mujer, el blanco con el negro etc. La primera forma de significación esta completamente subordinada a la segunda y la diferencia entre una y otra se conoce como “valor lingüístico”.
Existe una condición fundamental para que las cosas funcionen dentro de un sistema sígnico y es la de que los signos sean diferentes entre si de tal forma que puedan tener valores comparables e intercambiables con otros signos. Del mismo modo que en el supermercado cambiamos dinero por algún artículo en particular, con el signo sucede exactamente lo mismo.
También se presenta el caso en el que los signos tienen un grado de familiaridad pero ante todo priman las diferencias. Para explicarlo mejor continuemos con el caso del dinero. Cuando cambiamos un billete de 50.000 pesos lo hacemos por otros billetes de menor denominación cuya sumatoria sea equivalente al valor mencionado, pues nada haríamos si cambiamos dicho billete por otro igual o, si un panadero cambiara el fruto de su producción por la producción de otro panadero. La comparación y la valoración reciproca juegan dentro del sistema sígnico un papel fundamental, ya que a partir de una y otra es posible establecer las diferencias por dentro y por fuera del sistema propiamente dicho. Los 50.000 pesos colombianos no son equivalentes a 50. 000 dólares norteamericanos a pesar de que ambos tengan el mismo valor numérico. Para que uno y otro funcionen deben comparárseles o, mejor aun, confrontárseles. En pocas palabras, podemos decir que todo sistema sígnico está constituido por algo distinto de cualquier otra cosa con la cual ésta pueda ser intercambiada y cuyo valor pueda determinarse claramente.
Además de lo anterior es importante tener en cuenta que dentro del sistema deben existir cosas similares a aquellas cuyo valor se va a fijar. El significado es el que comunica el valor lingüístico, el cual a su vez deriva de su “contraste” con otros signos con los que el signo como tal está plenamente vinculado. Las diferencias a nivel de “contraste por valor lingüístico” tal como son llamadas por el teórico suizo se puede visualizar de forma muy sencilla a través del ejemplo de una“laguna” que a pesar de ser una masa pequeña de agua rodeada por todos lados de tierra, no es un “río” o un “lago ni tampoco el “océano” mismo. Sin lugar a dudas todas tienen el componente agua como constante; más sin embargo, todos estos signos son distintos entre sí. “Rió” no significa “lago” ni “océano ni mucho menos “laguna. Como podemos deducir inmediatamente, ha sido el conjunto sígnico el que ha determinado el significado particular de cada uno de ellos. El principio que distingue el valor del significado opone además las formas entre sí y crea finalmente el significado.
Como si se tratara de una rueda sin fin las ideas constantemente son intercambiadas por sonidos y éstos a su vez por nuevas ideas. Dentro de este mismo marco, aparece un nuevo concepto conocido como “contrastante formal” que genera también otras diferencias que se establecen a partir de oposiciones mínimas a nivel de sonido o de escritura y cuya misión –si se nos permite llamarla así- es la de hacer que el significante de cada signo sea diferente a todos los demás. La palabra “Gato” difiere por muy poco de la palabra “Pato”, más sin embargo, es ese primer signo representado en una sencilla letra el que permite que no lleguemos a confundir al felino con la graciosa ave palmípeda. Ese corto sonido que se hace presente en una palabra y en la otra brilla por su ausencia, es el que nos permite crear una diferencia de significación.
Saussure estructuró su teoría en una forma netamente circular. Sus ideas requieren ser leídas en su totalidad para uno darse cuenta del estrecho vínculo que éstas tienen con el principio. Prueba de ello es el caso del significado cuyo motor sin duda alguna es la diferencia. La conformación de un sistema sígnico que opera creando diferencias entre ideas e imágenes sonoras no se requiere de la utilización de términos positivos, pues dicho sistema puede construirse sobre la base de la negación, pero si analizamos significantes y significados de forma separada, observaremos que uno y otro son diferencia, negación pura. Sin embargo, y, paradójicamente, en donde significante y significado confluyen, es donde hallamos el elemento positivo. Las variadas formas de decir “Esta bien” tales como “Ta bien” “Tavién” solamente varían en cuanto a su forma de pronunciación y la comunicación no se ve afectada cuando cualquiera de ellas es usada en el contexto cotidiano. En ellas prevalece una “diferencia de forma”que no altera ni cambia el sentido. Esta situación da un giro inesperado si por ejemplo se pretendiera combinar o abreviar cualquiera de estas variaciones de “Esta bien” con una de “Esta mal”. A pesar de que una y otra siguen diferenciándose claramente, en ningún momento podríamos determinar en una misma forma a las dos expresiones: Ta val” por ejemplo carece de sentido en tanto que el contraste se ha perdido por completo.
La diferencia es algo que puede definirse apelando a un tercer término. Por ejemplo la diferencia entre dos y tres es uno. Diferenciarse implica aquí simplemente que dos no es igual a tres. En la lengua tan solo existen diferencias y nada más que diferencias que son el vehículo a partir del cual el significado adquiere sentido.
Para establecer la diferencia entre un signo “A” cualquiera y un signo “B” es necesario recurrir a un tercer signo “C” y esto mismo sucede con los conceptos. Ratón, ratones, ratoneras, botón, botones o botoneras se oponen entre sí por el carácter “lineal” que determina la lectura e interpretación de los signos simples o complejos. Como podemos ver entre los signos solo existen “oposiciones” que el interprete del signo va deduciendo de forma lineal. Frente a la expresión “tener hambre” un intérprete particular es capaz de deducir que dichos términos no pueden ser sustituidos por “poseer hambre”, “ser dueño de un hambre” o cualquier otro sustituto que se nos pueda llagar a ocurrir. A lo anterior se le conoce con el nombre de “relaciones lineales fijas” y éstas difieren substancialmente de las “relaciones libres” en las que por ejemplo el termino “tener” si puede operar de igual manera que “poseer” o “ser dueño de algo”.
Grandes sistemas sígnicos
Dentro del ámbito semiológico los sistemas sígnicos han sido clasificados del siguiente modo: la distinción entre lengua y habla, el código, la distinción entre sintagma y paradigma, la articulación y, por último, la dimensión semántica, sintáctica y pragmática del signo.
A continuación nos detendremos detalladamente en cada uno de ellos.
Distinción Lengua / habla. Primer gran sistema sígnico.
Desde siempre los lingüistas se habían ocupado por estudiar el desarrollo histórico del lenguaje y para ello tomaban como campo de estudio la lengua escrita. Al contrario de lo anterior, Saussure tomo como punto de partida la individualidad del acto expresivo; es decir, la palabra hablada. A pesar de que ambos conceptos venían siendo utilizados corrientemente por la lingüística clásica su uso en realidad era totalmente equívoco. La intervención científica de Saussure tuvo por objeto determinar ciertas características estructurales que lograsen delimitar, con el correspondiente rigor, los respectivos conceptos de “lengua” y “lenguaje”.
Saussure se trazó como objetivo determinar ciertas características estructurales a partir de las cuales fuese posible delimitar rigurosamente los respectivos conceptos de “lengua” y “habla”. Es desde allí que se inicia un giro radical y una valiosa distinción teórica : la Lengua (el sistema): O lo que podemos hacer con nuestro lenguaje y; el Habla (el uso del sistema): O lo que de hecho hacemos al hablar.
Para Saussure separar el trigo del arroz significaba sentar un pilar, un punto de partida, para entender cómo estaban constituidos los grandes conjuntos sígnicos y, a su vez, para dimensionar la forma en que éstos estaban configurados por una serie de elementos comunes entre sí. Esta diferenciación teórica requirió de grandes esfuerzos puesto que, el signo lingüístico necesitaba que se excluyeran de él los sonidos efectivos del habla.
En un primer momento el lingüista suizo considera al lenguaje como totalidad, un “tesoro” social, una “alacena” en la que se almacenan los signos y reglas del lenguaje, así como también la forma correcta en que dichas reglas se combinan. En otras palabras la “lengua” no es otra cosa más que un producto social y un conjunto de convenciones necesarias que han sido adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esta facultad entre los individuos”. Como fenómeno supraindividual que es, la “lengua” es un fenómeno totalmente autónomo que se aleja radicalmente de las iniciativas privadas. Ella permanece en la memoria de cada uno y esta dispuesta para activarse en el momento en que cualquier persona enfrente diversos estímulos y tenga que dar cuenta de ellos.
Por su parte, el habla es ante todo el dinamismo, la acción de la lengua. De cierta forma, se trata de la actualización permanente que hacen los hablantes de una lengua en particular una vez combinan significantes y de significados dentro de miles de sintagmas que constituyen finalmente el sentido global. En la medida en la que el hombre selecciona determinadas posibilidades comunicativas, las fija y las jerarquiza esta haciendo uso del “habla”.
Lengua y habla son dos fenómenos que no son oponibles ni tampoco independientes. Tanto necesita la lengua del habla como esta de aquella. Se trata de un proceso dialéctico en el que por ejemplo un poema, un vestido, una carta se constituye en un acto del “habla” a pesar de estar ceñido a los parámetros de la “lengua”.
Saussure hizo un marcado énfasis en todo lo concerniente a la lengua que las que configurarían el habla, quedando el habla como un interrogante abierto sobre el que hoy en día se ha vuelto a poner la mirada. En el siguiente cuadro trataremos oponer los enunciados correspondientes a la lengua y al habla
LENGUA HABLA
Objeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje.
No es función del sujeto hablante El mecanismo psicológico que permite
Exteriorizar
La-lengua
-Aquella porción determinada del circuito donde una imagen auditiva se asocia con un concepto. Es el otro término de la relación sin el cual no es posible pensar la lengua.
-Parte social del lenguaje, exterior al individuo. No es función del sujeto hablante Parte individual del lenguaje, exterior al individuo
Parte individual del lenguaje, interior al individuo
Parte social del lenguaje, interior al individuo
-El individuo, por sí solo, no puede crearla ni modificarla. Es producto que el individuo registra pasiva e individualmente. el individuo la crea y modifica
-Sólo existe en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de una comunidad Existe con independencia del contrato
-El individuo necesita un aprendizaje para conocer su funcionamiento. La reflexión no interviene más que para la actividad de clasificar -Su práctica y aprendizaje se presenta dentro de un marco cotidiano
-Se conserva, aun perdido el uso del habla gracias a que la lengua se escribe -Puede perderse o modificarse y, aun así se conserva la lengua
-Puede estudiarse con independencia del habla. Algunos de sus aspectos pueden estudiarse con independencia de la lengua
-La ciencia de la lengua sólo es posible si no se inmiscuyen otros elementos. Es un acto
-La lengua es de naturaleza homogénea. El habla es heterogénea de igual forma que lo es el lenguaje
-Es un sistema de signos donde lo único esencial es la unión del sentido y de la imagen acústica, siendo las dos partes del signo igualmente psíquicas Es un sistema cambiante
-Es un objeto de naturaleza concreta Es un objeto de naturaleza concreta
-Los signos lingüísticos son asociaciones ratificadas por el consentimiento colectivo tales como las academias de la lengua. Sus signos requieren de la ratificación colectiva
-Son realidades que tienen su asiento en el cerebro su lugar pertinente en la vida cotidiana
-Son, por así decir, tangibles; la escritura puede fijarlos mediante imágenes convencionales Sería imposible fotografiar, en todos sus detalles, los actos del habla
El código. Segundo gran sistema sígnico.
Recorridas estas diferencias es el momento de volcar la mirada de una forma más detallada hacia el concepto de “código”, término que por demás ha sido tomado del lenguaje jurídico y que hace referencia a un conjunto de normas que regulan la conducta intersubjetiva.
En cuanto a lo lingüístico dicho término se utiliza en el sentido de convención o acuerdo social entre los significantes y los significados de los signos. El “código” lingüístico o semiológico cumple una función similar a la de los códigos jurídicos o a los de transito y puede definirse así: conjunto de normas positivas que regulan las equivalencias semánticas entre los elementos de un sistema de significantes y elementos de un sistema de significados. Tales normas positivas han sido “puestas” por una especie de convención colectiva que se expresa a través del uso reiterado.
Por supuesto el carácter colectivo que se le imprime al código no solamente se restringe a lo convencional ya que también existen códigos que son propuestos por grupos especializados y que por ende se hallan al margen de tendencias colectivas. Este es el caso del código de comportamiento que rige a los masones o los códigos éticos que determinan la vida militar en donde éste determina por completo la función sígnica. Todo código semiológico es condición necesaria y suficiente para la subsistencia del signo; sin “código” no es posible ninguna función sígnica. Gracias al “código jurídico” por ejemplo es que el juez puede impartir justicia al condenar a un reo. A manera de resumen rápido podemos decir que La función del “código” es constituir el signo; es decir, determinar las relaciones entre forma de la expresión y forma del contenido.
A pesar de que en principio podamos considerar el término “código” como equivalente a “lengua”, lo más correcto es asociar a éste como un aspecto o una función de la “lengua”. Esta aclaración es muy importante ya que a partir de ella se entiende de manera más clara el vínculo diferencial entre lengua y habla. Un significante se asocia a un determinado significado y no puede asociarse caprichosamente a cualquiera otro, porque la “lengua” así lo ha codificado.
Dentro de la construcción convencional, bien vale resaltar el caso de caso de las convenciones que fundan códigos muy técnicos tal como es el caso de los códigos mapas muy especializados, planos electrónicos, mecánicos, arquitectónicos que son muy estrictos y específicos en el manejo de cada uno de sus detalles. Las cotas de altura de un terreno, las coordenadas de los mapas de navegación aérea o los achurados que representan la textura específica de un material son solo algunos ejemplos de códigos convencionales que se utilizan en áreas del saber específicos y que necesitan también de interpretaciones muy puntuales para saber qué es lo que verdaderamente se esta representando. Estos códigos muy técnicos son llamados denotativos en tanto que nombran objetivamente las cosas y a través de ello facilitan la comunicación.
En la cultura también se presenta el caso contrario en el que colectivamente se abre paso a códigos poéticos o estéticos que son catalogados como poco explícitos y precisos. A diferencia del caso anterior éstos persiguen connotar, es decir, que su misión es la de trasmitir mensajes de carácter subjetivo. Dado que estos códigos tienen una finalidad retórica, persuasiva o emotiva sus signos son interpretados de múltiples maneras presentándose así un alto grado de polivalencia.
PALABRA PALABRA
COSA HABLANTE
Existen convenciones transitorias y convenciones precarias que generan códigos igualmente transitorios y precarios. Este es el caso especifico de la moda en donde por ejemplo un determinado corte de vestido, un color en particular o el ancho de la bota del pantalón empieza a ser utilizado dentro de todas las esferas sociales y, de pronto, de un día para otro se deja de usar. Con cierto tipo de bailes, de canciones y de juegos (yoyo- tamaguchi- coca por tan solo citar unos ejemplos), también sucede lo mismo. También se presenta el caso en el que los códigos que se crean a pesar de ser enteramente transitorios éstos resultan ser muy precisos, tal como ocurre en el caso concreto de los códigos militares que cifran mensajes son muy exactos porque la convención que los crea también resulta ser muy puntual.
El fenómeno mediante el cual ponemos en relación códigos de diferentes lenguajes y buscamos traducir unos por otros ha sido catalogado como descodificación. A través de este proceso cambiamos los significantes de un lenguaje por los significantes de otro, los cuales como se recordara reciben el nombre de interpretantes. Si digo por ejemplo “manzana” y el receptor me muestra el icono-manzana, este icono es un interpretante descodificador del significante lingüístico “manzana”. Por lo general se comete el error de creer que la descodificación es el proceso mediante el cual es posible convertir un lenguaje en el objeto de otro lenguaje. Todo lo contrario de lo anterior, lo que permite la descodificación es simplemente cambiar el signo de un lenguaje por un signo más o menos equivalente de otro lenguaje.
Si al decir la palabra “bombero” (es decir la persona dedicada a la labor de rescates y a combatir incendios) lo traslado a interpretantes del lenguaje teatral (hombre que usa pantalón de cargaderas, botas negras de caucho especial y que usa la manguera y el hacha) he hecho una mera descodificación del lenguaje verbal al lenguaje teatral. Pero si luego hago referencia al “bombero” dentro de un código teatral y muestro mis actitudes criticas frente al interpretante uniformado de impermeable amarillo y casco de plástico, por ejemplo, expresión bondadoso, servicial y , he recurrido a la utilización de un metalenguaje que ha convertido en su objeto el signo lingüístico “bombero”. En este caso en particular, como hablante hemos recurrido a reconocer los componentes simbólicos constitutivos de un lenguaje y los hemos remitido a unidades discretas de la lengua.
Cuando trasladamos una masa sígnica X a formas de expresión propias de otra masas sígnica y pasamos luego a expresar cualquier tipo de actitudes (bien sean estética, éticas, morales, políticas o sociales) haciendo uso de los mismos signos que empleamos para el lenguaje traductor, hemos convertido un lenguaje en objeto de otro, esto es, hemos convertido un lenguaje traductor en metalenguaje. En cierta medida, este término hace referencia a una capacidad extraordinaria que poseen las lenguas naturales de referirse no solo a las cosas y a los fenómenos sino que, además de referirse a sí misma como objeto de su estudio propio.
Augusto Solórzano
Magíster en estética
En su famoso texto “Elementos de la semiología” que fue publicado por primera vez en Francia 1964 y que en español tan solo aparecería editado siete años después, el famoso semiólogo y analista de la cultura en general, Roland Barthes adopta un gran numero de conceptos que habían sido el cuerpo estructural de la teoría lingüística de Ferdinand de Saussure a un contexto mucho más amplio y general en el que el signo lingüístico resulta ser tan solo un campo de estudio mas entre muchos otros. El término “adopta” sin duda hace referencia a la forma en que el primer autor asimila y acomoda gran parte de esta teoría para ampliar el derrotero teórico de la semiótica. En gran medida esta revisión que el francés hace supera de cierta forma la limitación de ver el signo única y exclusivamente dentro del contexto lingüístico en tanto que él logra profundizar y expandir el campo de acción del “significante” una vez éste empieza a visualizarse como una proyección del signo capaz de anclarse en cualquier ámbito de la cultura en general. Con la intencionalidad de explicar como es que la realidad que va produciendo en el acontecer social, Barthes abre una puerta para que el signo tenga por fin una clara connotación existencial. En pocas palabras, podemos decir que este autor amante de las paradojas, propende por explicar las realidades que los hombres van erigiendo en la sociedad a través del signo.
En la obra mencionada en el párrafo anterior, este autor no solo hace énfasis en la expansión del significante, sino que, además, plantea que es a través del signo que es posible la construcción de toda una ideología basada en un sistema de creencias, valores y costumbres que toda una comunidad acuerda convencionalmente. Gracias a la ideología es que la gente puede pensar y discutir sobre el mundo social, en tanto que ella determina la naturaleza de los argumentos y la forma retórica que adquieren en todas las instancias comunicativas de la vida cotidiana. Precisamente, es en este espacio donde libremente surgen visiones contradictorias, por ejemplo de la historia o de la religión, discusiones que por demás, no solo se expresan en forma ideológica, sino que además propicia la percepción de visiones opuestas sobre un mismo hecho o acontecimiento y, es desde este ámbito donde la retórica empieza a ser utilizada como la herramienta que en cierta forma determina “el significado” que los sujetos le atribuyen al pasado político o religioso .
Tras proponer que el "signo lingüístico" estaba ligado por completo con el signo social y que uno y otro se aplicaban y concernían por igual a todas la estructuras sociales en tanto que configuraban el signo sociosemiológico, Barthes formula con ello una nueva visión del significante que adquiere un carácter ideológico y cuasi realista.
Esta expansión del signo ha sido criticada duramente por ciertas líneas intelectuales que acusan al francés el haber pasado por alto la advertencia formulada por Saussure de que no se debía confundir el soporte material del signo con el valor lingüístico de éste. Dentro de la información recopilada en el “Curso de Lingüística general” aparece un claro ejemplo en el que este autor haciendo uso de una metáfora preveía los alcances de dicho trastrocamiento terminológico: el metal de una moneda no es el que fija el valor del significante, pues dicho valor se establece gracias a las diferencias que cualquier persona puede establecer entre ésta y las demás monedas similares que se hallan en circulación. De esta forma, es gracias a la diferencia que el usuario finalmente separa la verdadera imagen acústica de una moneda en particular de todo el resto de monedas que circulan en un país o en el mundo entero.
En este momento vale traer a colación los dos tipos de significación que Saussure dispuso para entender el problema del significante. El primero de ellos hace referencia al signo tomado en forma aislada y, el segundo, al contraste en el que el signo se le compara con otros signos de una forma totalmente drástica, tal como sucede cuando confrontamos al gato y al ratón, el día con la noche, al hombre con la mujer, el blanco con el negro etc. La primera forma de significación esta completamente subordinada a la segunda y la diferencia entre una y otra se conoce como “valor lingüístico”.
Existe una condición fundamental para que las cosas funcionen dentro de un sistema sígnico y es la de que los signos sean diferentes entre si de tal forma que puedan tener valores comparables e intercambiables con otros signos. Del mismo modo que en el supermercado cambiamos dinero por algún artículo en particular, con el signo sucede exactamente lo mismo.
También se presenta el caso en el que los signos tienen un grado de familiaridad pero ante todo priman las diferencias. Para explicarlo mejor continuemos con el caso del dinero. Cuando cambiamos un billete de 50.000 pesos lo hacemos por otros billetes de menor denominación cuya sumatoria sea equivalente al valor mencionado, pues nada haríamos si cambiamos dicho billete por otro igual o, si un panadero cambiara el fruto de su producción por la producción de otro panadero. La comparación y la valoración reciproca juegan dentro del sistema sígnico un papel fundamental, ya que a partir de una y otra es posible establecer las diferencias por dentro y por fuera del sistema propiamente dicho. Los 50.000 pesos colombianos no son equivalentes a 50. 000 dólares norteamericanos a pesar de que ambos tengan el mismo valor numérico. Para que uno y otro funcionen deben comparárseles o, mejor aun, confrontárseles. En pocas palabras, podemos decir que todo sistema sígnico está constituido por algo distinto de cualquier otra cosa con la cual ésta pueda ser intercambiada y cuyo valor pueda determinarse claramente.
Además de lo anterior es importante tener en cuenta que dentro del sistema deben existir cosas similares a aquellas cuyo valor se va a fijar. El significado es el que comunica el valor lingüístico, el cual a su vez deriva de su “contraste” con otros signos con los que el signo como tal está plenamente vinculado. Las diferencias a nivel de “contraste por valor lingüístico” tal como son llamadas por el teórico suizo se puede visualizar de forma muy sencilla a través del ejemplo de una“laguna” que a pesar de ser una masa pequeña de agua rodeada por todos lados de tierra, no es un “río” o un “lago ni tampoco el “océano” mismo. Sin lugar a dudas todas tienen el componente agua como constante; más sin embargo, todos estos signos son distintos entre sí. “Rió” no significa “lago” ni “océano ni mucho menos “laguna. Como podemos deducir inmediatamente, ha sido el conjunto sígnico el que ha determinado el significado particular de cada uno de ellos. El principio que distingue el valor del significado opone además las formas entre sí y crea finalmente el significado.
Como si se tratara de una rueda sin fin las ideas constantemente son intercambiadas por sonidos y éstos a su vez por nuevas ideas. Dentro de este mismo marco, aparece un nuevo concepto conocido como “contrastante formal” que genera también otras diferencias que se establecen a partir de oposiciones mínimas a nivel de sonido o de escritura y cuya misión –si se nos permite llamarla así- es la de hacer que el significante de cada signo sea diferente a todos los demás. La palabra “Gato” difiere por muy poco de la palabra “Pato”, más sin embargo, es ese primer signo representado en una sencilla letra el que permite que no lleguemos a confundir al felino con la graciosa ave palmípeda. Ese corto sonido que se hace presente en una palabra y en la otra brilla por su ausencia, es el que nos permite crear una diferencia de significación.
Saussure estructuró su teoría en una forma netamente circular. Sus ideas requieren ser leídas en su totalidad para uno darse cuenta del estrecho vínculo que éstas tienen con el principio. Prueba de ello es el caso del significado cuyo motor sin duda alguna es la diferencia. La conformación de un sistema sígnico que opera creando diferencias entre ideas e imágenes sonoras no se requiere de la utilización de términos positivos, pues dicho sistema puede construirse sobre la base de la negación, pero si analizamos significantes y significados de forma separada, observaremos que uno y otro son diferencia, negación pura. Sin embargo, y, paradójicamente, en donde significante y significado confluyen, es donde hallamos el elemento positivo. Las variadas formas de decir “Esta bien” tales como “Ta bien” “Tavién” solamente varían en cuanto a su forma de pronunciación y la comunicación no se ve afectada cuando cualquiera de ellas es usada en el contexto cotidiano. En ellas prevalece una “diferencia de forma”que no altera ni cambia el sentido. Esta situación da un giro inesperado si por ejemplo se pretendiera combinar o abreviar cualquiera de estas variaciones de “Esta bien” con una de “Esta mal”. A pesar de que una y otra siguen diferenciándose claramente, en ningún momento podríamos determinar en una misma forma a las dos expresiones: Ta val” por ejemplo carece de sentido en tanto que el contraste se ha perdido por completo.
La diferencia es algo que puede definirse apelando a un tercer término. Por ejemplo la diferencia entre dos y tres es uno. Diferenciarse implica aquí simplemente que dos no es igual a tres. En la lengua tan solo existen diferencias y nada más que diferencias que son el vehículo a partir del cual el significado adquiere sentido.
Para establecer la diferencia entre un signo “A” cualquiera y un signo “B” es necesario recurrir a un tercer signo “C” y esto mismo sucede con los conceptos. Ratón, ratones, ratoneras, botón, botones o botoneras se oponen entre sí por el carácter “lineal” que determina la lectura e interpretación de los signos simples o complejos. Como podemos ver entre los signos solo existen “oposiciones” que el interprete del signo va deduciendo de forma lineal. Frente a la expresión “tener hambre” un intérprete particular es capaz de deducir que dichos términos no pueden ser sustituidos por “poseer hambre”, “ser dueño de un hambre” o cualquier otro sustituto que se nos pueda llagar a ocurrir. A lo anterior se le conoce con el nombre de “relaciones lineales fijas” y éstas difieren substancialmente de las “relaciones libres” en las que por ejemplo el termino “tener” si puede operar de igual manera que “poseer” o “ser dueño de algo”.
Grandes sistemas sígnicos
Dentro del ámbito semiológico los sistemas sígnicos han sido clasificados del siguiente modo: la distinción entre lengua y habla, el código, la distinción entre sintagma y paradigma, la articulación y, por último, la dimensión semántica, sintáctica y pragmática del signo.
A continuación nos detendremos detalladamente en cada uno de ellos.
Distinción Lengua / habla. Primer gran sistema sígnico.
Desde siempre los lingüistas se habían ocupado por estudiar el desarrollo histórico del lenguaje y para ello tomaban como campo de estudio la lengua escrita. Al contrario de lo anterior, Saussure tomo como punto de partida la individualidad del acto expresivo; es decir, la palabra hablada. A pesar de que ambos conceptos venían siendo utilizados corrientemente por la lingüística clásica su uso en realidad era totalmente equívoco. La intervención científica de Saussure tuvo por objeto determinar ciertas características estructurales que lograsen delimitar, con el correspondiente rigor, los respectivos conceptos de “lengua” y “lenguaje”.
Saussure se trazó como objetivo determinar ciertas características estructurales a partir de las cuales fuese posible delimitar rigurosamente los respectivos conceptos de “lengua” y “habla”. Es desde allí que se inicia un giro radical y una valiosa distinción teórica : la Lengua (el sistema): O lo que podemos hacer con nuestro lenguaje y; el Habla (el uso del sistema): O lo que de hecho hacemos al hablar.
Para Saussure separar el trigo del arroz significaba sentar un pilar, un punto de partida, para entender cómo estaban constituidos los grandes conjuntos sígnicos y, a su vez, para dimensionar la forma en que éstos estaban configurados por una serie de elementos comunes entre sí. Esta diferenciación teórica requirió de grandes esfuerzos puesto que, el signo lingüístico necesitaba que se excluyeran de él los sonidos efectivos del habla.
En un primer momento el lingüista suizo considera al lenguaje como totalidad, un “tesoro” social, una “alacena” en la que se almacenan los signos y reglas del lenguaje, así como también la forma correcta en que dichas reglas se combinan. En otras palabras la “lengua” no es otra cosa más que un producto social y un conjunto de convenciones necesarias que han sido adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esta facultad entre los individuos”. Como fenómeno supraindividual que es, la “lengua” es un fenómeno totalmente autónomo que se aleja radicalmente de las iniciativas privadas. Ella permanece en la memoria de cada uno y esta dispuesta para activarse en el momento en que cualquier persona enfrente diversos estímulos y tenga que dar cuenta de ellos.
Por su parte, el habla es ante todo el dinamismo, la acción de la lengua. De cierta forma, se trata de la actualización permanente que hacen los hablantes de una lengua en particular una vez combinan significantes y de significados dentro de miles de sintagmas que constituyen finalmente el sentido global. En la medida en la que el hombre selecciona determinadas posibilidades comunicativas, las fija y las jerarquiza esta haciendo uso del “habla”.
Lengua y habla son dos fenómenos que no son oponibles ni tampoco independientes. Tanto necesita la lengua del habla como esta de aquella. Se trata de un proceso dialéctico en el que por ejemplo un poema, un vestido, una carta se constituye en un acto del “habla” a pesar de estar ceñido a los parámetros de la “lengua”.
Saussure hizo un marcado énfasis en todo lo concerniente a la lengua que las que configurarían el habla, quedando el habla como un interrogante abierto sobre el que hoy en día se ha vuelto a poner la mirada. En el siguiente cuadro trataremos oponer los enunciados correspondientes a la lengua y al habla
LENGUA HABLA
Objeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje.
No es función del sujeto hablante El mecanismo psicológico que permite
Exteriorizar
La-lengua
-Aquella porción determinada del circuito donde una imagen auditiva se asocia con un concepto. Es el otro término de la relación sin el cual no es posible pensar la lengua.
-Parte social del lenguaje, exterior al individuo. No es función del sujeto hablante Parte individual del lenguaje, exterior al individuo
Parte individual del lenguaje, interior al individuo
Parte social del lenguaje, interior al individuo
-El individuo, por sí solo, no puede crearla ni modificarla. Es producto que el individuo registra pasiva e individualmente. el individuo la crea y modifica
-Sólo existe en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de una comunidad Existe con independencia del contrato
-El individuo necesita un aprendizaje para conocer su funcionamiento. La reflexión no interviene más que para la actividad de clasificar -Su práctica y aprendizaje se presenta dentro de un marco cotidiano
-Se conserva, aun perdido el uso del habla gracias a que la lengua se escribe -Puede perderse o modificarse y, aun así se conserva la lengua
-Puede estudiarse con independencia del habla. Algunos de sus aspectos pueden estudiarse con independencia de la lengua
-La ciencia de la lengua sólo es posible si no se inmiscuyen otros elementos. Es un acto
-La lengua es de naturaleza homogénea. El habla es heterogénea de igual forma que lo es el lenguaje
-Es un sistema de signos donde lo único esencial es la unión del sentido y de la imagen acústica, siendo las dos partes del signo igualmente psíquicas Es un sistema cambiante
-Es un objeto de naturaleza concreta Es un objeto de naturaleza concreta
-Los signos lingüísticos son asociaciones ratificadas por el consentimiento colectivo tales como las academias de la lengua. Sus signos requieren de la ratificación colectiva
-Son realidades que tienen su asiento en el cerebro su lugar pertinente en la vida cotidiana
-Son, por así decir, tangibles; la escritura puede fijarlos mediante imágenes convencionales Sería imposible fotografiar, en todos sus detalles, los actos del habla
El código. Segundo gran sistema sígnico.
Recorridas estas diferencias es el momento de volcar la mirada de una forma más detallada hacia el concepto de “código”, término que por demás ha sido tomado del lenguaje jurídico y que hace referencia a un conjunto de normas que regulan la conducta intersubjetiva.
En cuanto a lo lingüístico dicho término se utiliza en el sentido de convención o acuerdo social entre los significantes y los significados de los signos. El “código” lingüístico o semiológico cumple una función similar a la de los códigos jurídicos o a los de transito y puede definirse así: conjunto de normas positivas que regulan las equivalencias semánticas entre los elementos de un sistema de significantes y elementos de un sistema de significados. Tales normas positivas han sido “puestas” por una especie de convención colectiva que se expresa a través del uso reiterado.
Por supuesto el carácter colectivo que se le imprime al código no solamente se restringe a lo convencional ya que también existen códigos que son propuestos por grupos especializados y que por ende se hallan al margen de tendencias colectivas. Este es el caso del código de comportamiento que rige a los masones o los códigos éticos que determinan la vida militar en donde éste determina por completo la función sígnica. Todo código semiológico es condición necesaria y suficiente para la subsistencia del signo; sin “código” no es posible ninguna función sígnica. Gracias al “código jurídico” por ejemplo es que el juez puede impartir justicia al condenar a un reo. A manera de resumen rápido podemos decir que La función del “código” es constituir el signo; es decir, determinar las relaciones entre forma de la expresión y forma del contenido.
A pesar de que en principio podamos considerar el término “código” como equivalente a “lengua”, lo más correcto es asociar a éste como un aspecto o una función de la “lengua”. Esta aclaración es muy importante ya que a partir de ella se entiende de manera más clara el vínculo diferencial entre lengua y habla. Un significante se asocia a un determinado significado y no puede asociarse caprichosamente a cualquiera otro, porque la “lengua” así lo ha codificado.
Dentro de la construcción convencional, bien vale resaltar el caso de caso de las convenciones que fundan códigos muy técnicos tal como es el caso de los códigos mapas muy especializados, planos electrónicos, mecánicos, arquitectónicos que son muy estrictos y específicos en el manejo de cada uno de sus detalles. Las cotas de altura de un terreno, las coordenadas de los mapas de navegación aérea o los achurados que representan la textura específica de un material son solo algunos ejemplos de códigos convencionales que se utilizan en áreas del saber específicos y que necesitan también de interpretaciones muy puntuales para saber qué es lo que verdaderamente se esta representando. Estos códigos muy técnicos son llamados denotativos en tanto que nombran objetivamente las cosas y a través de ello facilitan la comunicación.
En la cultura también se presenta el caso contrario en el que colectivamente se abre paso a códigos poéticos o estéticos que son catalogados como poco explícitos y precisos. A diferencia del caso anterior éstos persiguen connotar, es decir, que su misión es la de trasmitir mensajes de carácter subjetivo. Dado que estos códigos tienen una finalidad retórica, persuasiva o emotiva sus signos son interpretados de múltiples maneras presentándose así un alto grado de polivalencia.
PALABRA PALABRA
COSA HABLANTE
Existen convenciones transitorias y convenciones precarias que generan códigos igualmente transitorios y precarios. Este es el caso especifico de la moda en donde por ejemplo un determinado corte de vestido, un color en particular o el ancho de la bota del pantalón empieza a ser utilizado dentro de todas las esferas sociales y, de pronto, de un día para otro se deja de usar. Con cierto tipo de bailes, de canciones y de juegos (yoyo- tamaguchi- coca por tan solo citar unos ejemplos), también sucede lo mismo. También se presenta el caso en el que los códigos que se crean a pesar de ser enteramente transitorios éstos resultan ser muy precisos, tal como ocurre en el caso concreto de los códigos militares que cifran mensajes son muy exactos porque la convención que los crea también resulta ser muy puntual.
El fenómeno mediante el cual ponemos en relación códigos de diferentes lenguajes y buscamos traducir unos por otros ha sido catalogado como descodificación. A través de este proceso cambiamos los significantes de un lenguaje por los significantes de otro, los cuales como se recordara reciben el nombre de interpretantes. Si digo por ejemplo “manzana” y el receptor me muestra el icono-manzana, este icono es un interpretante descodificador del significante lingüístico “manzana”. Por lo general se comete el error de creer que la descodificación es el proceso mediante el cual es posible convertir un lenguaje en el objeto de otro lenguaje. Todo lo contrario de lo anterior, lo que permite la descodificación es simplemente cambiar el signo de un lenguaje por un signo más o menos equivalente de otro lenguaje.
Si al decir la palabra “bombero” (es decir la persona dedicada a la labor de rescates y a combatir incendios) lo traslado a interpretantes del lenguaje teatral (hombre que usa pantalón de cargaderas, botas negras de caucho especial y que usa la manguera y el hacha) he hecho una mera descodificación del lenguaje verbal al lenguaje teatral. Pero si luego hago referencia al “bombero” dentro de un código teatral y muestro mis actitudes criticas frente al interpretante uniformado de impermeable amarillo y casco de plástico, por ejemplo, expresión bondadoso, servicial y , he recurrido a la utilización de un metalenguaje que ha convertido en su objeto el signo lingüístico “bombero”. En este caso en particular, como hablante hemos recurrido a reconocer los componentes simbólicos constitutivos de un lenguaje y los hemos remitido a unidades discretas de la lengua.
Cuando trasladamos una masa sígnica X a formas de expresión propias de otra masas sígnica y pasamos luego a expresar cualquier tipo de actitudes (bien sean estética, éticas, morales, políticas o sociales) haciendo uso de los mismos signos que empleamos para el lenguaje traductor, hemos convertido un lenguaje en objeto de otro, esto es, hemos convertido un lenguaje traductor en metalenguaje. En cierta medida, este término hace referencia a una capacidad extraordinaria que poseen las lenguas naturales de referirse no solo a las cosas y a los fenómenos sino que, además de referirse a sí misma como objeto de su estudio propio.
martes, 4 de septiembre de 2007
El signo en Charles Sander Pierce
Augusto Solórzano
Magíster en estética
A diferencia de F. de Saussure para quien la lengua es el punto de arranque para entender la manera en que el signo opera en la vida social, Charles Sander Pierce concibió una teoría general de los signos que se basa en una tipología muy general en la que la lengua es tan solo un campo de análisis más y, prueba de ello puede inferirse de su famosa afirmación “el hombre es su lenguaje, porque la cultura se constituye como sistema signos” .
Para Pierce el signo ya no consta de dos elementos tal como lo entendía Saussure (significado y significante o forma de la expresión y forma del contenido). Bajo su óptica, el signo tiene una materialidad que es posible percibir a través de uno o varios de nuestros sentidos (vista, tacto, olor, sabor u oído). Un gesto, un color, un mal olor o un sonido sin importar si es de nuestro agrado o no nos está remitiendo necesariamente a otra cosa y, por lo tanto, estamos frente a un signo que conciente o inconscientemente interpretamos. Así pues, es este carácter material el que nos remite directamente a la particularidad esencial del signo que es simplemente designar o significar otra cosa que puede ser ausente, concreta o abstracta tal como sucede con el rubor y la palidez como signo de enfermedad, las rayas negras y amarillas como signo de peligro, el humo como signo del fuego, el olor a pan fresco como signo de panadería o un regalo como signo de amor o de amistad.
Si partimos de la premisa de que todo aquello que de lo que puedo deducir una significación que depende enteramente de la cultura en la que estoy inmerso puede ser considerado como signo, entonces, la afirmación de Pierce resulta más que acertada : “un signo es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter”.
Para poner en marcha su teoría este autor norteamericano construyó un modelo “triádico” que consta de un representamen o parte material del signo (elemento que en la teoría de Saussure haría las veces del significante), un interpretante o significado y, un tercer elemento que seria lo que dicho significado representa conocido como objeto o referente.
En esta famosa triangulación queda representada la dinámica de cualquier signo en cuanto al proceso semiótico se refiere. El proceso de significación propiamente dicho depende enteramente del contexto en el que el signo aparezca, así como también de la expectativa que tenga el receptor para interpretar un signo.
En la tríada semiótica, el signo es lo que representa al objeto y lo que activa o motiva a un interpretante a leer o interpretar a dicho signo. En otras palabras, el objeto es lo que significa algo para alguien, es decir significa algo para un interpretante. En esencia el representamen es una información acerca de un objeto o, en su defecto, una diferencia que dicho objeto manifiesta en entorno y que produce una información que el interpretante logra percibir. Así pues las cosas volveríamos a estar frente al concepto más elemental de signo: cualquier cosa que genera significado.
Tal como lo concibe el autor el objeto puede ser considerado como objeto inmediato que corresponde a la manera en que el objeto como tal es representado por el signo y, el objeto dinámico que es el objeto independiente del signo pero que lleva a la producción de éste. La primera el objeto propiamente dicho que es lo representado por el signo / representamen. En la famosa pintura de Magritte donde aparece la representación fidedigna de una pipa, el objeto es lo representado por el signo / representamen. A su vez el objeto inmediato seria el objeto “real” (la pipa) que, como tal llevó al pintor a convertirlo en un motivo de su pintura, mientras que, el objeto dinámico seria el objeto independiente del signo que nos lleva directamente a la producción del mismo como por ejemplo cuando vemos a un señor en la calle fumando pipa o como cuando percibimos el olor a picadura.
De otra parte bien vale decir que el objeto real, natural u original que es considerado por la mente por mediación del signo percibido.
Este proceso semiótico es muy fácil de entender a través de un ejemplo. La huella que rastrea Sherlok Homes en la escena del crimen es un signo que la mente procesa y que relaciona directamente a dicha huella con el asesino. El proceso que se lleva a cabo en la en la mente del investigador se denomina 'sistema de interpretación' o 'pensamiento interpretante', más brevemente, interpretante, en este caso Sherlok homes, quien ha observado que la producción de la huella en la escena del crimen es totalmente independiente de la huella que esta en su mente.
Para que este el proceso semiótico peirceano se lleve a cabo, es necesario agregar un tercer elemento, el Interpretante, que vendrá a acompañar al Objeto dinámico y al Signo o representamen. Siguiendo con nuestro ejemplo, tendríamos que acotar que en la mente del famoso investigador inglés ya estaría presente la asociación de dos ideas que tanto el objeto como el signo le han brindado. Una vez asociadas estas dos ideas, el signo por sí mismo evocaría en la mente del investigador al Objeto propiamente dicho.
Al igual que sucede con el objeto, en el caso del interpretante también se presentan tres diferentes clases. El interpretante inmediato, aquel que se manifiesta en el correcto entendimiento del signo; dicho en otras palabras es el significado, el dinámico aquel que responde al estimulo del signo y que por ende puede ser considerado como el resultado directo del signo o, lo que es lo mismo, es el efecto que produce el signo y, por último, el interpretante final, la persona que hace una lectura de un signo que funciona plenamente dentro de un contexto determinado. Dicho en otras palabras, es el efecto que el signo producirá en la mente de cualquiera si y solo si las circunstancias le permiten realizar su efecto. El caso de un interpretante inmediato se presenta cuando por ejemplo cuando una persona va conduciendo su automóvil y comprende cabalmente que la cebra es un espacio dispuesto para el paso de los peatones. Aquí el conductor del vehículo sabe qué significa la cebra. El interpretante dinámico estaría representado en la acción de detenerse antes de ese espacio para que los peatones transiten por allí, mientras que, el interpretante final seria el resultado del signo que dispuesto en el piso hace que tanto automovilista como peatón respeten mutuamente dicho espacio.
En la siguiente tabla extraeremos a cada elemento de la triada a fin de un mayor entendimiento:
Signo S o representamen - un objeto de experiencia directa que desencadena un fenómeno semiótico.
Objeto dinámico O - presente en el fenómeno semiótico, dado que está conectado con el signo
Interpretante I - presente, dado que es el elemento mental que asegura la conexión.
Para Pierce, cualquier elemento de la triada (signo o representamen, objeto dinámico o interpretante) puede cumplir la función de convertirse directamente en otro signo / representamen y con ello, aparecería una nueva relación con otro objeto y con otro interpretante, el cual a su vez se trasformaría en un nuevo signo / representamen en relación con otro objeto, lo que daría lugar sin lugar a dudas a la aparición de un nuevo interpretante y así sucesivamente hasta el infinito. Lo anterior se conoce dentro de esta teoría como “dinamismo incorporado”: capacidad de la que dispone el signo para producir infinitamente nuevos interpretantes y nuevos representamenes. Como ley general, podríamos decir que a medida que los signos crecen el Interpretante pasa a ser un nuevo signo del Objeto en sí.
Como puede observarse, la incursión de un tercer elemento cambia substancialmente el modo de entender el proceso de significación. La triada pierciana tiene tres aspectos formales, una primeridad ligada al signo/representamen, una Secundaridad que caracteriza al objeto y una terceridad inherente al interpretante. Pierce determina que tanto la primeridad del signo o representamen que interactúa con la Secundaridad del objeto dinámico tan solo permiten la interpretación de los hechos en bruto. El elemento esencial dentro de su teoría es el de la terceridad, ámbito de las leyes generales que está presente como elemento mental y que finalmente es el que permite que un primero y un segundo logren interactuar.
El principio mediante el cual un interpretante es capaz de producir otros signos es conocido como “semíosis ilimitada”, operación productora y generadora de signos a partir de la presunción de la relación entre significante y significado. De hecho en uno de sus apartes teóricos (1.339), Pierce hace la anotación especifica de que el pensamiento no puede existir sin un proceso sígnico y que por lo tanto aquella idea a la que el signo da origen es apenas uno solo de sus interpretantes.
Al determinar cómo operaban los aspectos formales de los signos con la manera en que éstos se desplegaban en el contexto cultural, Pierce llegó a proponer el siguiente grafico en el que las categorías de primeridad, Secundaridad y terceridad del signo dispuestas en filas, se relacionan con las categorías de primeridad, los hechos en bruto y de las leyes generales, las cuales a su vez están dispuestas en columnas.
Cualidad
Primeridad Hechos en bruto Ley terceridad
Signo o Representamen / primeridad Cualisigno
Un representamen formado por una cualidad. Ej. El color rojo que se asocia con el corazón. Sinsigno
Un representamen formado por una realidad física existente. Ej. El pare dispuesto en una esquina muy transitada Legisigno
Un representamen formado por una ley. Ej. El silbato del policía de transito o el alto en un reten militar.
Objeto dinámico / Secundaridad Icono
Cuando el signo se parece al objeto (un retrato, un diagrama);
Índice
Cuando hay una relación causal de signo (consecuencia) con objeto (causa) (humo con fuego, golpes en la puerta con necesidad de tenerla abierta, huella en la arena con Viernes). Símbolo
Cuando el signo no se parece al objeto: por convención arbitraria, sin parecido, el signo evoca un especial significado (la bandera de un país
Interpretante / terceridad Rema
El signo se representa para el interpretante como una posibilidad Ej. El concepto de libertad Desisigno
El signo se representa para el interpretante como un hecho Ej. Una enunciación descriptiva de un hecho científico. Argumento
El signo se representa para el interpretante como una razón Ej. La proposición “Juan es hombre”
Los signos fueron vistos por Pierce como una inmensa e infinita cadena sígnica en la que están presentes desde las más simples conjeturas lógicas que sugieren la presencia de ciertos fenómenos, hasta la forma en que éstos logran integrarse dentro del proceso de significación donde los hábitos y las llamadas “disposiciones de acción” se expanden en una semíosis ilimitada. Para él, el signo es el que determina las reglas del lenguaje que el hombre habla en su vida cotidiana. Por eso mismo, entender a cabalidad estos signos es casi la única vía para conocer la sociedad en que éste se halla inmerso, así como también la escalera de acceso para por lo menos hacerse a una idea general de cómo opera el complejo sistema de determinaciones lingüísticas que constituyen el alma y, en general la de todos los fenómenos espirituales.
Dentro del diseño grafico en general el estudio del signo se centra en tres clases de signos en particular. En primer lugar, los iconos cuya esencia es la semejanza. Éstos sirven para transmitir ideas de las cosas que representan a través de la imitación. Con la aparición de las fotografías y, especialmente, las fotografías instantáneas, el concepto mismo de semejanza trastocó por completo el panorama cultural ya que éstas condensan ciertos aspectos de los objetos que representan. De igual forma que sucede con el video y muchas de las tecnologías contemporáneas que “capturan” la imagen, cada vez más la semejanza intenta corresponder punto por punto a la naturaleza.
En segundo lugar, hay indicaciones o índices, signo que muestran algo sobre las cosas gracias a que de alguna forma están físicamente conectados con ellas. Este es el caso de un buzón, que indica al cartero donde depositar la correspondencia, el letrero indicador de los baños de hombre y mujer situado en un centro comercial, un pronombre relativo, que está situado justo después del nombre de la cosa que pretende denotar o, una exclamación vocativa, como "¡Eh! ¡Oye!", que incide directamente sobre los nervios de la persona a la que se dirige y la obliga a prestar atención. En tercer lugar, están los símbolos, o signos generales, que han sido asociados con su significado de acuerdo al uso convencional que se les ha dado. Tales son la mayor parte de las palabras, marcas comerciales, las frases, los discursos, etc.
Por sí mismos, los dibujos solos o semejanzas puras, nunca pueden transmitir hasta los más mínimos detalles de la información. Cuando observamos el infográfico que ilustró L. Ashwell del metro de Londres, queda la incertidumbre en el lector de la imagen si éste es una copia de algo realmente existente o sí simplemente es tan solo un mero juego de la imaginación. Este mismo caso se presenta en todo el juego del lenguaje en general y en los símbolos, puesto que ninguna combinación de palabras (excluyendo los nombres propios, y en ausencia de gestos u otras concomitancias indicativas del habla) pueden llegar a transmitir detalles pormenorizados contenidos dentro de la información. El ejemplo a seguir es el de los mapas, tipos de dibujos cargados de gran contenido de información. A través suyo podemos designar un lugar en particular. Pero a no ser de que el mapa tenga una marca de una localidad conocida (un país, una cuidad, un distrito) , y su escala este plenamente determinada y su situación geográfica corresponda a coordenadas especificas, el mapa y todo lo que allí está representado no nos serviría de nada dado que éste podría ser un mapa de cualquier sitio
Gracias a esta experiencia del mundo en el que vivimos es que se hace posible que el mapa del ejemplo que estamos siguiendo sea algo más que un mero icono y que le podamos conferir a él los caracteres añadidos de un índice. De esta forma es que uno y el mismo signo puedan llegar a ser al mismo tiempo una semejanza y una indicación a pesar de que sus funciones comunicativas sean totalmente diferentes. Es innegable que tanto las semejanzas como los índices se basan en la experiencia, que el color en general carece de significado para una persona ciega, así como también el rojo es un referente desconocido para un niño que no conoce el amor pasional. Pero ambas premisas son realmente objeciones o puntos de referencia que ayudan a la distinción. Anterior a la experiencia misma es necesario que exista una mínima capacidad para que ella tenga lugar. Todo lo que centra nuestra atención sobre algo o sobre alguien es sin lugar a dudas una indicación. Un golpe en la puerta es una indicación, una veleta movida por el viento, el rayo tremendo que indica la fuerza de una tormenta o, el escote pronunciado en la blusa de una mujer son todos ellos llamados de atención que marcan la unión de dos porciones de experiencia.
Por su parte, el símbolo que etimológicamente remite a que una cosa está unida a otra (igual que el embolon embolum es una cosa que entra en algo, un cilindro, y el parabolon parabolum es una cosa que está fuera, la seguridad colateral, y el upobolon hypobolum ), remite necesariamente a contrato o acuerdo. En Grecia, por ejemplo un reloj de fuego era un "símbolo" cultural de gran importancia dado que tenia el carácter de convencionalidad dentro de ese contexto. Igualmente simbólico es el ticket de avión o el cheque que se nos da como prueba de un derecho que hemos adquirido. Se dice además que toda expresión de sentimiento se considera un "símbolo" al igual que todas y cada una de las palabras, La palabra "pájaro", no nos muestra un pájaro, pero se supone que somos capaces de imaginar qué cosa es un “pájaro” y, además de realizar a través suyo un proceso de semíosis ilimitada.
En el caso de la semejanza ésta no tiene una conexión dinámica con el objeto que representa; simplemente sucede que sus cualidades se parecen a las de ese objeto, y provoca sensaciones análogas en la mente para la que es una semejanza aunque en el fondo se encuentre desconectado de ellas.
El índice por su parte, está conectado físicamente con su objeto y hace con él un par orgánico. La mente que interpreta poco y nada tiene nada que ver con dicha conexión, excepto cuando la observa y después establece conclusiones de lo que se ha establecido. En pocas palabras diríamos que el índice es una reacción que se tiene frente a partículas que nos remiten a un nuevo signo.
El símbolo en cambio está conectado con su objeto en virtud de la idea de la mente que usa símbolos, sin la cual no existiría tal conexión. Bajo esta perspectiva bien valdría decir que toda operación intelectual implica y depende enteramente de una tríada de símbolos que permitan vincular cada uno de los elementos que allí están en juego. El símbolo, no puede indicar ninguna cosa particular en tanto que éste denota una clase de cosa y, a su vez, él mismo pertenece una “clase” y no una es una cosa singular que le pueda pertenecer a una sola persona. El símbolo concierne a toda una colectividad que es la que determina su uso y desuso a través del tiempo.
Los símbolos tienen la particularidad de estar en constante crecimiento y su existencia depende del desarrollo de otros signos, particularmente de las semejanzas o a partir de signos mixtos que tienen algo de la naturaleza de las semejanzas y de los símbolos.
A manera de conclusión bien podríamos decir que en todo razonamiento que enfrentamos en la vida cotidiana, está presente una infinita mezcla de semejanza, índices y símbolos y que es imposible prescindir de ellos. El todo complejo puede ser llamado símbolo; ya que su carácter simbólico y vital es el que prevalece. “No hay que despreciar siempre a una metáfora: aunque se diga que un hombre está compuesto por tejidos vivientes, a pesar de todo porciones de sus uñas, dientes, pelo y huesos, que son muy necesarios para él, han dejado de experimentar los procesos metabólicos que constituyen la vida, y hay líquidos en su cuerpo que no están vivos. Ahora bien, podemos comparar los índices que usamos al razonar con las partes duras del cuerpo, y las semejanzas que usamos con la sangre: una nos mantiene rígidamente sobre las realidades, la otra con sus rápidos cambios proporciona el alimento para el cuerpo principal del pensamiento “.
Nota: el taller se realizara en clase y será explicado y evaluado el mismo día.
Augusto Solórzano
Magíster en estética
A diferencia de F. de Saussure para quien la lengua es el punto de arranque para entender la manera en que el signo opera en la vida social, Charles Sander Pierce concibió una teoría general de los signos que se basa en una tipología muy general en la que la lengua es tan solo un campo de análisis más y, prueba de ello puede inferirse de su famosa afirmación “el hombre es su lenguaje, porque la cultura se constituye como sistema signos” .
Para Pierce el signo ya no consta de dos elementos tal como lo entendía Saussure (significado y significante o forma de la expresión y forma del contenido). Bajo su óptica, el signo tiene una materialidad que es posible percibir a través de uno o varios de nuestros sentidos (vista, tacto, olor, sabor u oído). Un gesto, un color, un mal olor o un sonido sin importar si es de nuestro agrado o no nos está remitiendo necesariamente a otra cosa y, por lo tanto, estamos frente a un signo que conciente o inconscientemente interpretamos. Así pues, es este carácter material el que nos remite directamente a la particularidad esencial del signo que es simplemente designar o significar otra cosa que puede ser ausente, concreta o abstracta tal como sucede con el rubor y la palidez como signo de enfermedad, las rayas negras y amarillas como signo de peligro, el humo como signo del fuego, el olor a pan fresco como signo de panadería o un regalo como signo de amor o de amistad.
Si partimos de la premisa de que todo aquello que de lo que puedo deducir una significación que depende enteramente de la cultura en la que estoy inmerso puede ser considerado como signo, entonces, la afirmación de Pierce resulta más que acertada : “un signo es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter”.
Para poner en marcha su teoría este autor norteamericano construyó un modelo “triádico” que consta de un representamen o parte material del signo (elemento que en la teoría de Saussure haría las veces del significante), un interpretante o significado y, un tercer elemento que seria lo que dicho significado representa conocido como objeto o referente.
En esta famosa triangulación queda representada la dinámica de cualquier signo en cuanto al proceso semiótico se refiere. El proceso de significación propiamente dicho depende enteramente del contexto en el que el signo aparezca, así como también de la expectativa que tenga el receptor para interpretar un signo.
En la tríada semiótica, el signo es lo que representa al objeto y lo que activa o motiva a un interpretante a leer o interpretar a dicho signo. En otras palabras, el objeto es lo que significa algo para alguien, es decir significa algo para un interpretante. En esencia el representamen es una información acerca de un objeto o, en su defecto, una diferencia que dicho objeto manifiesta en entorno y que produce una información que el interpretante logra percibir. Así pues las cosas volveríamos a estar frente al concepto más elemental de signo: cualquier cosa que genera significado.
Tal como lo concibe el autor el objeto puede ser considerado como objeto inmediato que corresponde a la manera en que el objeto como tal es representado por el signo y, el objeto dinámico que es el objeto independiente del signo pero que lleva a la producción de éste. La primera el objeto propiamente dicho que es lo representado por el signo / representamen. En la famosa pintura de Magritte donde aparece la representación fidedigna de una pipa, el objeto es lo representado por el signo / representamen. A su vez el objeto inmediato seria el objeto “real” (la pipa) que, como tal llevó al pintor a convertirlo en un motivo de su pintura, mientras que, el objeto dinámico seria el objeto independiente del signo que nos lleva directamente a la producción del mismo como por ejemplo cuando vemos a un señor en la calle fumando pipa o como cuando percibimos el olor a picadura.
De otra parte bien vale decir que el objeto real, natural u original que es considerado por la mente por mediación del signo percibido.
Este proceso semiótico es muy fácil de entender a través de un ejemplo. La huella que rastrea Sherlok Homes en la escena del crimen es un signo que la mente procesa y que relaciona directamente a dicha huella con el asesino. El proceso que se lleva a cabo en la en la mente del investigador se denomina 'sistema de interpretación' o 'pensamiento interpretante', más brevemente, interpretante, en este caso Sherlok homes, quien ha observado que la producción de la huella en la escena del crimen es totalmente independiente de la huella que esta en su mente.
Para que este el proceso semiótico peirceano se lleve a cabo, es necesario agregar un tercer elemento, el Interpretante, que vendrá a acompañar al Objeto dinámico y al Signo o representamen. Siguiendo con nuestro ejemplo, tendríamos que acotar que en la mente del famoso investigador inglés ya estaría presente la asociación de dos ideas que tanto el objeto como el signo le han brindado. Una vez asociadas estas dos ideas, el signo por sí mismo evocaría en la mente del investigador al Objeto propiamente dicho.
Al igual que sucede con el objeto, en el caso del interpretante también se presentan tres diferentes clases. El interpretante inmediato, aquel que se manifiesta en el correcto entendimiento del signo; dicho en otras palabras es el significado, el dinámico aquel que responde al estimulo del signo y que por ende puede ser considerado como el resultado directo del signo o, lo que es lo mismo, es el efecto que produce el signo y, por último, el interpretante final, la persona que hace una lectura de un signo que funciona plenamente dentro de un contexto determinado. Dicho en otras palabras, es el efecto que el signo producirá en la mente de cualquiera si y solo si las circunstancias le permiten realizar su efecto. El caso de un interpretante inmediato se presenta cuando por ejemplo cuando una persona va conduciendo su automóvil y comprende cabalmente que la cebra es un espacio dispuesto para el paso de los peatones. Aquí el conductor del vehículo sabe qué significa la cebra. El interpretante dinámico estaría representado en la acción de detenerse antes de ese espacio para que los peatones transiten por allí, mientras que, el interpretante final seria el resultado del signo que dispuesto en el piso hace que tanto automovilista como peatón respeten mutuamente dicho espacio.
En la siguiente tabla extraeremos a cada elemento de la triada a fin de un mayor entendimiento:
Signo S o representamen - un objeto de experiencia directa que desencadena un fenómeno semiótico.
Objeto dinámico O - presente en el fenómeno semiótico, dado que está conectado con el signo
Interpretante I - presente, dado que es el elemento mental que asegura la conexión.
Para Pierce, cualquier elemento de la triada (signo o representamen, objeto dinámico o interpretante) puede cumplir la función de convertirse directamente en otro signo / representamen y con ello, aparecería una nueva relación con otro objeto y con otro interpretante, el cual a su vez se trasformaría en un nuevo signo / representamen en relación con otro objeto, lo que daría lugar sin lugar a dudas a la aparición de un nuevo interpretante y así sucesivamente hasta el infinito. Lo anterior se conoce dentro de esta teoría como “dinamismo incorporado”: capacidad de la que dispone el signo para producir infinitamente nuevos interpretantes y nuevos representamenes. Como ley general, podríamos decir que a medida que los signos crecen el Interpretante pasa a ser un nuevo signo del Objeto en sí.
Como puede observarse, la incursión de un tercer elemento cambia substancialmente el modo de entender el proceso de significación. La triada pierciana tiene tres aspectos formales, una primeridad ligada al signo/representamen, una Secundaridad que caracteriza al objeto y una terceridad inherente al interpretante. Pierce determina que tanto la primeridad del signo o representamen que interactúa con la Secundaridad del objeto dinámico tan solo permiten la interpretación de los hechos en bruto. El elemento esencial dentro de su teoría es el de la terceridad, ámbito de las leyes generales que está presente como elemento mental y que finalmente es el que permite que un primero y un segundo logren interactuar.
El principio mediante el cual un interpretante es capaz de producir otros signos es conocido como “semíosis ilimitada”, operación productora y generadora de signos a partir de la presunción de la relación entre significante y significado. De hecho en uno de sus apartes teóricos (1.339), Pierce hace la anotación especifica de que el pensamiento no puede existir sin un proceso sígnico y que por lo tanto aquella idea a la que el signo da origen es apenas uno solo de sus interpretantes.
Al determinar cómo operaban los aspectos formales de los signos con la manera en que éstos se desplegaban en el contexto cultural, Pierce llegó a proponer el siguiente grafico en el que las categorías de primeridad, Secundaridad y terceridad del signo dispuestas en filas, se relacionan con las categorías de primeridad, los hechos en bruto y de las leyes generales, las cuales a su vez están dispuestas en columnas.
Cualidad
Primeridad Hechos en bruto Ley terceridad
Signo o Representamen / primeridad Cualisigno
Un representamen formado por una cualidad. Ej. El color rojo que se asocia con el corazón. Sinsigno
Un representamen formado por una realidad física existente. Ej. El pare dispuesto en una esquina muy transitada Legisigno
Un representamen formado por una ley. Ej. El silbato del policía de transito o el alto en un reten militar.
Objeto dinámico / Secundaridad Icono
Cuando el signo se parece al objeto (un retrato, un diagrama);
Índice
Cuando hay una relación causal de signo (consecuencia) con objeto (causa) (humo con fuego, golpes en la puerta con necesidad de tenerla abierta, huella en la arena con Viernes). Símbolo
Cuando el signo no se parece al objeto: por convención arbitraria, sin parecido, el signo evoca un especial significado (la bandera de un país
Interpretante / terceridad Rema
El signo se representa para el interpretante como una posibilidad Ej. El concepto de libertad Desisigno
El signo se representa para el interpretante como un hecho Ej. Una enunciación descriptiva de un hecho científico. Argumento
El signo se representa para el interpretante como una razón Ej. La proposición “Juan es hombre”
Los signos fueron vistos por Pierce como una inmensa e infinita cadena sígnica en la que están presentes desde las más simples conjeturas lógicas que sugieren la presencia de ciertos fenómenos, hasta la forma en que éstos logran integrarse dentro del proceso de significación donde los hábitos y las llamadas “disposiciones de acción” se expanden en una semíosis ilimitada. Para él, el signo es el que determina las reglas del lenguaje que el hombre habla en su vida cotidiana. Por eso mismo, entender a cabalidad estos signos es casi la única vía para conocer la sociedad en que éste se halla inmerso, así como también la escalera de acceso para por lo menos hacerse a una idea general de cómo opera el complejo sistema de determinaciones lingüísticas que constituyen el alma y, en general la de todos los fenómenos espirituales.
Dentro del diseño grafico en general el estudio del signo se centra en tres clases de signos en particular. En primer lugar, los iconos cuya esencia es la semejanza. Éstos sirven para transmitir ideas de las cosas que representan a través de la imitación. Con la aparición de las fotografías y, especialmente, las fotografías instantáneas, el concepto mismo de semejanza trastocó por completo el panorama cultural ya que éstas condensan ciertos aspectos de los objetos que representan. De igual forma que sucede con el video y muchas de las tecnologías contemporáneas que “capturan” la imagen, cada vez más la semejanza intenta corresponder punto por punto a la naturaleza.
En segundo lugar, hay indicaciones o índices, signo que muestran algo sobre las cosas gracias a que de alguna forma están físicamente conectados con ellas. Este es el caso de un buzón, que indica al cartero donde depositar la correspondencia, el letrero indicador de los baños de hombre y mujer situado en un centro comercial, un pronombre relativo, que está situado justo después del nombre de la cosa que pretende denotar o, una exclamación vocativa, como "¡Eh! ¡Oye!", que incide directamente sobre los nervios de la persona a la que se dirige y la obliga a prestar atención. En tercer lugar, están los símbolos, o signos generales, que han sido asociados con su significado de acuerdo al uso convencional que se les ha dado. Tales son la mayor parte de las palabras, marcas comerciales, las frases, los discursos, etc.
Por sí mismos, los dibujos solos o semejanzas puras, nunca pueden transmitir hasta los más mínimos detalles de la información. Cuando observamos el infográfico que ilustró L. Ashwell del metro de Londres, queda la incertidumbre en el lector de la imagen si éste es una copia de algo realmente existente o sí simplemente es tan solo un mero juego de la imaginación. Este mismo caso se presenta en todo el juego del lenguaje en general y en los símbolos, puesto que ninguna combinación de palabras (excluyendo los nombres propios, y en ausencia de gestos u otras concomitancias indicativas del habla) pueden llegar a transmitir detalles pormenorizados contenidos dentro de la información. El ejemplo a seguir es el de los mapas, tipos de dibujos cargados de gran contenido de información. A través suyo podemos designar un lugar en particular. Pero a no ser de que el mapa tenga una marca de una localidad conocida (un país, una cuidad, un distrito) , y su escala este plenamente determinada y su situación geográfica corresponda a coordenadas especificas, el mapa y todo lo que allí está representado no nos serviría de nada dado que éste podría ser un mapa de cualquier sitio
Gracias a esta experiencia del mundo en el que vivimos es que se hace posible que el mapa del ejemplo que estamos siguiendo sea algo más que un mero icono y que le podamos conferir a él los caracteres añadidos de un índice. De esta forma es que uno y el mismo signo puedan llegar a ser al mismo tiempo una semejanza y una indicación a pesar de que sus funciones comunicativas sean totalmente diferentes. Es innegable que tanto las semejanzas como los índices se basan en la experiencia, que el color en general carece de significado para una persona ciega, así como también el rojo es un referente desconocido para un niño que no conoce el amor pasional. Pero ambas premisas son realmente objeciones o puntos de referencia que ayudan a la distinción. Anterior a la experiencia misma es necesario que exista una mínima capacidad para que ella tenga lugar. Todo lo que centra nuestra atención sobre algo o sobre alguien es sin lugar a dudas una indicación. Un golpe en la puerta es una indicación, una veleta movida por el viento, el rayo tremendo que indica la fuerza de una tormenta o, el escote pronunciado en la blusa de una mujer son todos ellos llamados de atención que marcan la unión de dos porciones de experiencia.
Por su parte, el símbolo que etimológicamente remite a que una cosa está unida a otra (igual que el embolon embolum es una cosa que entra en algo, un cilindro, y el parabolon parabolum es una cosa que está fuera, la seguridad colateral, y el upobolon hypobolum ), remite necesariamente a contrato o acuerdo. En Grecia, por ejemplo un reloj de fuego era un "símbolo" cultural de gran importancia dado que tenia el carácter de convencionalidad dentro de ese contexto. Igualmente simbólico es el ticket de avión o el cheque que se nos da como prueba de un derecho que hemos adquirido. Se dice además que toda expresión de sentimiento se considera un "símbolo" al igual que todas y cada una de las palabras, La palabra "pájaro", no nos muestra un pájaro, pero se supone que somos capaces de imaginar qué cosa es un “pájaro” y, además de realizar a través suyo un proceso de semíosis ilimitada.
En el caso de la semejanza ésta no tiene una conexión dinámica con el objeto que representa; simplemente sucede que sus cualidades se parecen a las de ese objeto, y provoca sensaciones análogas en la mente para la que es una semejanza aunque en el fondo se encuentre desconectado de ellas.
El índice por su parte, está conectado físicamente con su objeto y hace con él un par orgánico. La mente que interpreta poco y nada tiene nada que ver con dicha conexión, excepto cuando la observa y después establece conclusiones de lo que se ha establecido. En pocas palabras diríamos que el índice es una reacción que se tiene frente a partículas que nos remiten a un nuevo signo.
El símbolo en cambio está conectado con su objeto en virtud de la idea de la mente que usa símbolos, sin la cual no existiría tal conexión. Bajo esta perspectiva bien valdría decir que toda operación intelectual implica y depende enteramente de una tríada de símbolos que permitan vincular cada uno de los elementos que allí están en juego. El símbolo, no puede indicar ninguna cosa particular en tanto que éste denota una clase de cosa y, a su vez, él mismo pertenece una “clase” y no una es una cosa singular que le pueda pertenecer a una sola persona. El símbolo concierne a toda una colectividad que es la que determina su uso y desuso a través del tiempo.
Los símbolos tienen la particularidad de estar en constante crecimiento y su existencia depende del desarrollo de otros signos, particularmente de las semejanzas o a partir de signos mixtos que tienen algo de la naturaleza de las semejanzas y de los símbolos.
A manera de conclusión bien podríamos decir que en todo razonamiento que enfrentamos en la vida cotidiana, está presente una infinita mezcla de semejanza, índices y símbolos y que es imposible prescindir de ellos. El todo complejo puede ser llamado símbolo; ya que su carácter simbólico y vital es el que prevalece. “No hay que despreciar siempre a una metáfora: aunque se diga que un hombre está compuesto por tejidos vivientes, a pesar de todo porciones de sus uñas, dientes, pelo y huesos, que son muy necesarios para él, han dejado de experimentar los procesos metabólicos que constituyen la vida, y hay líquidos en su cuerpo que no están vivos. Ahora bien, podemos comparar los índices que usamos al razonar con las partes duras del cuerpo, y las semejanzas que usamos con la sangre: una nos mantiene rígidamente sobre las realidades, la otra con sus rápidos cambios proporciona el alimento para el cuerpo principal del pensamiento “.
Nota: el taller se realizara en clase y será explicado y evaluado el mismo día.
lunes, 3 de septiembre de 2007
El signo en Ferdinand de Saussure y los cuatro principios básicos.
Augusto Solórzano
Magíster en Estética
FERDINAND DE SAUSSURE:
Aunque el problema del signo ha sido foco de interés desde la antigüedad, es con Ferdinand de Saussure que aparece una completa teoría lingüística cuyos alcances conceptuales son la base estructural para entender los verdaderos alcances el signo tiene en todos campos del saber. Saussure dirigió sus esfuerzos por concebir el signo lingüístico como una unidad psíquica compuesta básicamente por dos elementos: el significante y el significado. Este modelo “diádico” fue el motor de arranque para entender cómo el ejercicio del lenguaje estaba ligado por completo a los conceptos mentales que con el tiempo se han arraigado en el cerebro de cada uno de nosotros.
Visto lo anterior más al detalle, decimos pues que el significante o imagen acústica es esa especie de huella psíquica que está en nuestro cerebro cuando escuchamos una palabra en particular, palabra que unimos inmediatamente al concepto o significado que tenemos de ella. En el siguiente grafico lo anterior puede verse con mayor claridad:
Con el inicio de la moderna lingüística se empieza a concebir que el significante y el significado sean dos aspectos que se presuponen recíprocamente y que no pueden definirse el uno sin el otro. Antes de la formulación de esta teoría, era común que se supusiera que los seres humanos venían al mundo cargados de ideas y que lo que se hacia era simplemente ponerle palabras especificas a cada una de ellas. Aunque en pocas palabras, podríamos decir que el signo lingüístico proviene de la combinación de significante y significado o, lo que es lo mismo, de una forma y un contenido que constituyen las dos caras de una moneda, el planteamiento saussuriano supone siete puntos específicos que se deben tener en cuenta para que el proceso de comunicación se lleve a cabo. Siguiendo el ejemplo del árbol en el que la vista o el recuerdo del “árbol” evoca en la mente del interlocutor la imagen visual o el concepto de “árbol” estos siete puntos estarían distribuidos así:
1. Relación entre el concepto y la cosa en sí. Entender cómo se desarrolla estas asociaciones un problema que le concierne por entero a la psicología entendida ésta como ciencia o conocimiento de las cosas y también a la epistemología ya que ésta es una crítica del conocimiento como tal.
2. Relaciones entre el concepto y la imagen acústica del signo. Es en este punto donde aparece manifiesto el problema de la “significación” y, por lo tanto dicha relación concierne no solamente a la psicología sino también a la lógica y la lingüística o semántica.
3. Relaciones entre la imagen acústica del signo y su forma sonora actualizada en donde el problema gira en torno a la fonación, interés de la fisiología y la fonética.
4. Transmisión y recepción del signo, interés de toda la teoría de la información y de la fisiología acústica.
5. y 6. Concierne a todo lo referente a la formación de la imagen acústica y a cómo ésta produce el concepto en la mente del oyente, así como también a todo aquello que gira en torno a la relación del concepto recibido con el objeto (7.).
De esta forma queda de manifiesto que todo aquello que llamamos palabra es simplemente una formación fónica (gráfica) a través de la cual es posible que cada uno de nosotros evoque una cosa en virtud de una convención.
Los cuatro elementos distintos que comprende una palabra cualquiera (en este caso árbol) serian los siguientes:
Arbor = árbol
Imagen de la cosa = imagen fónica
Como puede verse a partir de este esquema general, es posible deducir que tanto la cosa “árbol” como la formación fónica de “árbol” son dos sustancias concretas que no pertenecen al sistema de la lengua entendido éste como “una suma de improntas mentales”. El ÁRBOL (la cosa) que pertenece a la botánica, la biología, al paisajismo etc y, el “árbol” (como nombre o forma fónica) pertenece más bien a la fisiología, la acústica y, por su puesto a la fonética. La razón de lo anterior radica básicamente en que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
El significante del signo lingüístico es simplemente una "imagen acústica" (cadena de sonidos) y constituye el plano de la extensión o, también podríamos decir que es el conjunto de letras con el cual escribimos o representamos a un signo en particular. El significante también consta de una imagen gráfica, que es lo que se obtiene por medio de los sentidos, que bien puede ser un conjunto de letras o una palabra en sí. Por su parte, el significado es el concepto y construye el plano del contenido. Es algo así como la idea principal que tenemos en la mente de cualquier palabra o de cualquier signo.
El giro radical que acarrea esta perspectiva teórica casi equivale a descifrar el viejo enigma que se interroga sobre quién quien ocupa el primer lugar en la cadena evolutiva si el huevo o la gallina. Así, y en estos mismos términos, podría decirse que tal como la gallina fue la idea que se le ocurrió al huevo para que otros huevos pudieran existir más adelante, las ideas y las palabras también dependen de un proceso e influencia mutua. El signo lingüístico vincula un concepto con una imagen acústica y no solamente el nombre con la cosa como se creía anteriormente.
En las notas que sus alumnos recopilaron tiempo después de su muerte, Saussure había reemplazado la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de “imagen acústica” o imagen mental de un nombre cualquiera a la que un hablante cualquiera recurre para referirse a algo en particular, al tiempo que también reemplazó el término “cosa” por “imagen mental”. Más que un simple capricho terminológico, la pretensión del lingüista era la de establecer esas dos identidades imprescindibles una de la otra. Si al significante se le resta el significado, éste inmediatamente deja de ser significante y se convierte en un mero objeto físico .
A través de un sencillo ejemplo es posible determinar que entre el significante y el significado existe un valor referencial determinado. Al tomar de una parte el significante /mesa/ como un conjunto de letras ordenadas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los significantes y, por otra parte, la mesa en la que escribo como ese conjunto de formas geométricas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los cuerpos que constituyen el mundo se puede visualizar fácilmente el valor referencial del significante queda limitado frente al valor referencial del significado, ya que este último posee además un valor corporal, una materialidad, en virtud de la cual la mesa puede usarse para comer o escribir sobre ella; en otras palabras, bien vale decir que en el caso del significante su valor referencial carece de un cuerpo que le determine.
Tras analizar cuales eran las partes del signo, F. de Saussure logró establecer alrededor de este problema cuatro principios que veremos detalladamente. El primero de ellos fue el de la “arbitrariedad” del signo.
Por “arbitrariedad” del signo este autor entiende cualquier conexión que un hablante cualquiera de una lengua pueda y desee hacer entre significante y significado. Dicho en otras palabras, estas dos partes que constituyen el signo lingüístico, están en un ahí y un ahora para que el hablante tenga la posibilidad de hacer cualquier conexión entre ellas. Por ejemplo, cuando en los hablantes de la lengua española surgió el problema de nominar al animal mamífero, canino, cuadrúpedo, doméstico, etc. que hoy conocemos como “perro” y que casi todos asociamos con los valores de amistad, fidelidad, compañía y lealtad, pudo habérsele colocado cualquier otro nombre; esto es, pudo haberse elegido cualquier otro signo lingüístico, otra secuencia de sonidos (significante) que expresaran ese mismo concepto (significado). Para los hablantes del inglés este mismo problema fue resuelto con la utilización del signo “can” que asocia exactamente al mismo animal y, así sucesivamente sucedió con el resto de lenguas del mundo. De esta forma es que opera la “arbitrariedad” del signo, primer principio de Saussure. De no existir dicho principio tan solo existiría una sola lengua en el mundo. En este punto es necesario aclarar que aun cuando el signo sea arbitrario en lo que respecta al significante y al significado, dicha arbitrariedad no opera para los hablantes que hacen uso de la lengua, pues ello significaría que dentro de un idioma cualquier persona podría llamar a las cosas de cualquier modo y que por ende, la comunicación simplemente desaparecería dado que en dicho contexto no habría un código o conjunto de reglas comunes sobre las cuales tácitamente se ha puesto de acuerdo toda una comunidad para su mutuo entendimiento. Dentro de la teoría lingüística lo anterior es conocido como la “inmutabilidad” del signo: A pesar de que la lengua es libre de establecer cualquier vínculo entre cualquier sonido o secuencia de sonidos y cualquier idea, ningún hablante, ni tampoco ninguna comunidad de hablantes tienen la libertad de deshacerlo o sustituirlo por otro. En la lengua nadie puede autoproclamarse como una “autoridad”, o dueño capaz de imponer a una colectividad cuando ésta debe usar o dejar de usar las palabras o los signos.
A manera de resumen de este principio, podemos decir que entre el vínculo que une a un significado con un significante es arbitrario y que el lazo que une a ambos es inmotivado, ya que el significado puede estar asociado a cualquier nombre y que por lo tanto no existe un nexo natural entre ellos incluso tal como ocurre con las onomatopeyas. En español el canto del gallo corresponde a un quiquiriquí mientras en francés el mismo canto obedece a un coquerico o, también en cuanto a las exclamaciones : español:!ay!, y alemán:!aua!
El segundo principio de Saussure está ligado por completo con el que acabamos de abandonar y se refiere específicamente a la “linealidad del significante”. Más que a la secuencia en dirección recta tenga un significante impreso o hablado, la palabra “lineal” se refiere sobre todo al lapso en el que un sonido o un texto impreso se someten a una secuencia temporal para poder ser entendido cuando se escucha o se lee. Cuando por ejemplo decimos o leemos el signo lingüístico “perro” hemos establecido un orden lineal de los monemas P/E/R/R/O al igual que cuando decimos “E/L/ P/E/R/R/O/ E/S/T/Á/ S/O/B/R/E/ E/L/ S/O/F/Á/”. Sin importar la sencillez o la complejidad del primer y segundo caso, en ambos opera la “linealidad” para que quien lee o escucha este signo pueda hacerse una idea puntual de lo que se le quiere hacer entender.
En pocas palabras podemos decir que el signo es lineal porque el significante se desenvuelve sucesivamente en el tiempo; es decir, no pueden ser pronunciados en forma simultánea, sino uno después del otro, en unidades sucesivas que se producen linealmente en el tiempo.
A pesar de que el lingüista no profundizó mayor cosa sobre este principio, él asegura que el lenguaje funciona correctamente gracias a la linealidad y, que además, sus consecuencias son muy profundas en tanto que opera como una especie de filtro que impide que pasen por nuestros oídos o nuestros ojos varios significantes a la vez. A manera de conclusión de este aparte, podríamos decir que mientras la arbitrariedad del signo opera como una “cadena”, la linealidad hace lo suyo a manera de “vínculo” selectivo entre cada uno de los posibles significantes.
El tercer principio es el de la inmutabilidad, principio mediante el cual, todos aprendemos un sistema lingüístico determinado y no nos cuestionamos por qué llamamos "casa" a la casa o "rosa" a la rosa en tanto que, simplemente, simplemente nos estamos aprendiendo el nombre de la casa o de la rosa respectivamente. Así pues las cosas, la inmutabilidad entonces consiste en que la comunidad impone el uso de un signo lingüístico en un momento determinado de la evolución de una lengua. En este punto es necesario decir que esta característica únicamente es posible desde una perspectiva sincrónica, recordando por demás que en cuanto a lo inmutable el signo lingüístico sí puede cambiar sincrónicamente, es decir, en un estado de tiempo.
Aquí el tiempo es una condición fundamental para entender la forma en que los signos y las palabras cambian. Cada día aparece en el contexto social nuevos vínculos entre significados y significantes al igual que otros tanto simplemente se desactualizan o se pierden por completo. Por tan solo citar un ejemplo, este es el caso de la palabra “ratón” que hasta hace algún tiempo tan solo nominaba al roedor del que todos queremos deshacernos. Con el tiempo y la introducción del ordenador personal, el termino “ratón” o “mouse” empezó a ser utilizado para nombrar ese componente periférico del computador. Uno y otro significado coexisten cómodamente en la sociedad sin que el significado de cada uno afecte al otro. En este sencillo ejemplo es notable la forma en que opera la arbitrariedad entre el significante y el significado, así como también permite vislumbrar cómo es que surgen los cambios en una lengua, cambios que por demás, dinamizan las estructuras generales de cualquier lengua en general.
El cuarto y último principio es el de la mutabilidad en donde la lengua se considera desde una perspectiva netamente diacrónica. Aquí las unidades de una lengua pueden transformarse a medida en que trascurre el tiempo. Por ejemplo las palabras en latín nocte y pectus que derivaron respectivamente en "noche" y "pecho" dan cuenta de cómo opera la mutabilidad ya que el signo lingüístico puede ir cambiando diacrónicamente; esto es, a través del tiempo.
Otro aspecto fundamental dentro de esta teoría, es el que el autor propuso que el signo lingüístico era un “objeto real” que a pesar de existir solo en la mente de los hablantes, pertenece también al sistema de la lengua. En su Curso de Lingüística General afirma que tanto el sistema (un todo coherente organizado de acuerdo a ciertos principios jerárquicos e interdependientes) como el habla (conjunto de prácticas que no pertenecen a la lengua) tienen un carácter concreto ya que los signos del sistema tienen la posibilidad de ser tangibles o mejor aun, de materializarse una vez son escritos, así como los del habla se hacen evidentes a través de los movimientos de los labios, la lengua y los pulmones.
Cuando el signo (vinculo entre una forma que significa y un concepto que es significado) corresponde a una palabra simple, éste se lee y se entiende fácilmente, pero cuando el mismo signo contiene muchas otras formas lingüísticas o muchos signos en él, el caso se torna un poco más complejo cuando de interpretarlo se trata. Siguiendo con nuestro ejemplo, la palabra “ratón” da cuerpo y estructura un signo bastante sencillo, pero al decir “ratonera” o ratoneras” estamos frente a dos signos que si bien dependen de la idea básica de “ratón” los respectivos significantes “a” y “as” son los que añaden la presencia de una o varias trampas para atrapar ratones. De lo anterior podemos concluir entonces que la palabra NO puede ser considerada como una simple unidad lingüística en tanto que hay fragmentos de significado dentro de las mismas palabras, fragmentos que por demás, hacen las veces de porciones de significado que logran abarcar más que la palabra misma. Así, ratón corresponde a un solo signo, ratones a dos, ratonera también a dos y ratoneras, sin lugar a dudas a tres.
Lo anterior sirvió de base para que el lingüista estableciera una metáfora entre su juego favorito, el ajedrez y, el lenguaje. Así como el juego del ajedrez las piezas interactúan unas con otras, el lenguaje opera por simple oposición entre sus “unidades concretas”. A pesar de que en un contexto en particular podamos llegar a considerar que el valor entre forma y significado es el mismo y que por lo tanto las dos palabras son idénticas ello no basta para establecer por completo la identidad del signo ya que en que en ocasiones enfrentamos contextos donde existen unidades idénticas que varían en cuanto a su forma y significado, tal como sucede cuando escuchamos las diferentes variantes de pronunciación de los mismos signos. ¿Está bien?, Ta bien o tavién, varían a nivel de significado aunque sus respectivas unidades conservan un vinculo idéntico. Este caso fue analizado a través de la incomoda situación de cuando dos personas que llevan el mismo traje se encuentran en la calle. A pesar de que el traje es exactamente el mismo, cada uno de los personajes protagonistas de esta situación consideran individualmente que son ellos los que imponen la diferencia al llevarlo puesto.
Gracias a que el signo lingüístico vincula sonidos e ideas es que se hace posible que cada uno de nosotros separe un pensamiento de otro. Desde esta perspectiva, el lenguaje va mucho más allá de ser simplemente un medio sonoro para expresar el pensamiento y, todo lo contrario éste es el dispositivo para que el pensamiento y el sonido interactúen a fin de producir unidades que se acuerdan mutuamente. Ello se entiende mejor a través de la metáfora a la que recurre Saussure: así como cuando el aire que entra en contacto con las masas de agua y cambia la presión atmosférica formándose en la superficie del agua olas, lo mismo sucede con la unión entre el pensamiento y sonido que forma el denominado signo lingüístico. Pensamiento y sonido son como las caras de una hoja de papel que no pueden ser cortadas de forma independiente ya que uno y otro son inseparables y están ligados por completo.
Taller Evaluable.
1. Defina detalladamente qué es significante o plano de la expresión y qué es significado o plano del contenido. Determínelo mediante un ejemplo gráfico.
2. mediante un ejemplo determine los siete momentos que Saussure propone para entender cómo seria analizada una palabra dentro de cada uno de sus diferentes contextos
3. Explique en sus palabras por qué es que el que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
4. Saussure reemplazó la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de _______________________________ y también reemplazó el término “cosa” por el de _______________________ imagen mental.
5. Ponga un ejemplo en el que al significante se le resta el significado y diga cuales serian las posibles consecuencias.
6. Diga y explique detalladamente los cuatro principios que Saussure estableció alrededor del signo. En cada uno de ellos ponga ejemplos puntuales y diga cómo éstos aplicarían a la imagen en general. Disponga para ello también de ejemplos gráficos.
7. Qué se entiende por objeto real bajo la perspectiva de Saussure.
8. A través de un ejemplo lingüístico y otro gráfico ilustre y justifique una situación en la que existan unidades idénticas que varíen en cuanto a su forma pero no en cuanto a su significado.
Augusto Solórzano
Magíster en Estética
FERDINAND DE SAUSSURE:
Aunque el problema del signo ha sido foco de interés desde la antigüedad, es con Ferdinand de Saussure que aparece una completa teoría lingüística cuyos alcances conceptuales son la base estructural para entender los verdaderos alcances el signo tiene en todos campos del saber. Saussure dirigió sus esfuerzos por concebir el signo lingüístico como una unidad psíquica compuesta básicamente por dos elementos: el significante y el significado. Este modelo “diádico” fue el motor de arranque para entender cómo el ejercicio del lenguaje estaba ligado por completo a los conceptos mentales que con el tiempo se han arraigado en el cerebro de cada uno de nosotros.
Visto lo anterior más al detalle, decimos pues que el significante o imagen acústica es esa especie de huella psíquica que está en nuestro cerebro cuando escuchamos una palabra en particular, palabra que unimos inmediatamente al concepto o significado que tenemos de ella. En el siguiente grafico lo anterior puede verse con mayor claridad:
Con el inicio de la moderna lingüística se empieza a concebir que el significante y el significado sean dos aspectos que se presuponen recíprocamente y que no pueden definirse el uno sin el otro. Antes de la formulación de esta teoría, era común que se supusiera que los seres humanos venían al mundo cargados de ideas y que lo que se hacia era simplemente ponerle palabras especificas a cada una de ellas. Aunque en pocas palabras, podríamos decir que el signo lingüístico proviene de la combinación de significante y significado o, lo que es lo mismo, de una forma y un contenido que constituyen las dos caras de una moneda, el planteamiento saussuriano supone siete puntos específicos que se deben tener en cuenta para que el proceso de comunicación se lleve a cabo. Siguiendo el ejemplo del árbol en el que la vista o el recuerdo del “árbol” evoca en la mente del interlocutor la imagen visual o el concepto de “árbol” estos siete puntos estarían distribuidos así:
1. Relación entre el concepto y la cosa en sí. Entender cómo se desarrolla estas asociaciones un problema que le concierne por entero a la psicología entendida ésta como ciencia o conocimiento de las cosas y también a la epistemología ya que ésta es una crítica del conocimiento como tal.
2. Relaciones entre el concepto y la imagen acústica del signo. Es en este punto donde aparece manifiesto el problema de la “significación” y, por lo tanto dicha relación concierne no solamente a la psicología sino también a la lógica y la lingüística o semántica.
3. Relaciones entre la imagen acústica del signo y su forma sonora actualizada en donde el problema gira en torno a la fonación, interés de la fisiología y la fonética.
4. Transmisión y recepción del signo, interés de toda la teoría de la información y de la fisiología acústica.
5. y 6. Concierne a todo lo referente a la formación de la imagen acústica y a cómo ésta produce el concepto en la mente del oyente, así como también a todo aquello que gira en torno a la relación del concepto recibido con el objeto (7.).
De esta forma queda de manifiesto que todo aquello que llamamos palabra es simplemente una formación fónica (gráfica) a través de la cual es posible que cada uno de nosotros evoque una cosa en virtud de una convención.
Los cuatro elementos distintos que comprende una palabra cualquiera (en este caso árbol) serian los siguientes:
Arbor = árbol
Imagen de la cosa = imagen fónica
Como puede verse a partir de este esquema general, es posible deducir que tanto la cosa “árbol” como la formación fónica de “árbol” son dos sustancias concretas que no pertenecen al sistema de la lengua entendido éste como “una suma de improntas mentales”. El ÁRBOL (la cosa) que pertenece a la botánica, la biología, al paisajismo etc y, el “árbol” (como nombre o forma fónica) pertenece más bien a la fisiología, la acústica y, por su puesto a la fonética. La razón de lo anterior radica básicamente en que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
El significante del signo lingüístico es simplemente una "imagen acústica" (cadena de sonidos) y constituye el plano de la extensión o, también podríamos decir que es el conjunto de letras con el cual escribimos o representamos a un signo en particular. El significante también consta de una imagen gráfica, que es lo que se obtiene por medio de los sentidos, que bien puede ser un conjunto de letras o una palabra en sí. Por su parte, el significado es el concepto y construye el plano del contenido. Es algo así como la idea principal que tenemos en la mente de cualquier palabra o de cualquier signo.
El giro radical que acarrea esta perspectiva teórica casi equivale a descifrar el viejo enigma que se interroga sobre quién quien ocupa el primer lugar en la cadena evolutiva si el huevo o la gallina. Así, y en estos mismos términos, podría decirse que tal como la gallina fue la idea que se le ocurrió al huevo para que otros huevos pudieran existir más adelante, las ideas y las palabras también dependen de un proceso e influencia mutua. El signo lingüístico vincula un concepto con una imagen acústica y no solamente el nombre con la cosa como se creía anteriormente.
En las notas que sus alumnos recopilaron tiempo después de su muerte, Saussure había reemplazado la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de “imagen acústica” o imagen mental de un nombre cualquiera a la que un hablante cualquiera recurre para referirse a algo en particular, al tiempo que también reemplazó el término “cosa” por “imagen mental”. Más que un simple capricho terminológico, la pretensión del lingüista era la de establecer esas dos identidades imprescindibles una de la otra. Si al significante se le resta el significado, éste inmediatamente deja de ser significante y se convierte en un mero objeto físico .
A través de un sencillo ejemplo es posible determinar que entre el significante y el significado existe un valor referencial determinado. Al tomar de una parte el significante /mesa/ como un conjunto de letras ordenadas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los significantes y, por otra parte, la mesa en la que escribo como ese conjunto de formas geométricas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los cuerpos que constituyen el mundo se puede visualizar fácilmente el valor referencial del significante queda limitado frente al valor referencial del significado, ya que este último posee además un valor corporal, una materialidad, en virtud de la cual la mesa puede usarse para comer o escribir sobre ella; en otras palabras, bien vale decir que en el caso del significante su valor referencial carece de un cuerpo que le determine.
Tras analizar cuales eran las partes del signo, F. de Saussure logró establecer alrededor de este problema cuatro principios que veremos detalladamente. El primero de ellos fue el de la “arbitrariedad” del signo.
Por “arbitrariedad” del signo este autor entiende cualquier conexión que un hablante cualquiera de una lengua pueda y desee hacer entre significante y significado. Dicho en otras palabras, estas dos partes que constituyen el signo lingüístico, están en un ahí y un ahora para que el hablante tenga la posibilidad de hacer cualquier conexión entre ellas. Por ejemplo, cuando en los hablantes de la lengua española surgió el problema de nominar al animal mamífero, canino, cuadrúpedo, doméstico, etc. que hoy conocemos como “perro” y que casi todos asociamos con los valores de amistad, fidelidad, compañía y lealtad, pudo habérsele colocado cualquier otro nombre; esto es, pudo haberse elegido cualquier otro signo lingüístico, otra secuencia de sonidos (significante) que expresaran ese mismo concepto (significado). Para los hablantes del inglés este mismo problema fue resuelto con la utilización del signo “can” que asocia exactamente al mismo animal y, así sucesivamente sucedió con el resto de lenguas del mundo. De esta forma es que opera la “arbitrariedad” del signo, primer principio de Saussure. De no existir dicho principio tan solo existiría una sola lengua en el mundo. En este punto es necesario aclarar que aun cuando el signo sea arbitrario en lo que respecta al significante y al significado, dicha arbitrariedad no opera para los hablantes que hacen uso de la lengua, pues ello significaría que dentro de un idioma cualquier persona podría llamar a las cosas de cualquier modo y que por ende, la comunicación simplemente desaparecería dado que en dicho contexto no habría un código o conjunto de reglas comunes sobre las cuales tácitamente se ha puesto de acuerdo toda una comunidad para su mutuo entendimiento. Dentro de la teoría lingüística lo anterior es conocido como la “inmutabilidad” del signo: A pesar de que la lengua es libre de establecer cualquier vínculo entre cualquier sonido o secuencia de sonidos y cualquier idea, ningún hablante, ni tampoco ninguna comunidad de hablantes tienen la libertad de deshacerlo o sustituirlo por otro. En la lengua nadie puede autoproclamarse como una “autoridad”, o dueño capaz de imponer a una colectividad cuando ésta debe usar o dejar de usar las palabras o los signos.
A manera de resumen de este principio, podemos decir que entre el vínculo que une a un significado con un significante es arbitrario y que el lazo que une a ambos es inmotivado, ya que el significado puede estar asociado a cualquier nombre y que por lo tanto no existe un nexo natural entre ellos incluso tal como ocurre con las onomatopeyas. En español el canto del gallo corresponde a un quiquiriquí mientras en francés el mismo canto obedece a un coquerico o, también en cuanto a las exclamaciones : español:!ay!, y alemán:!aua!
El segundo principio de Saussure está ligado por completo con el que acabamos de abandonar y se refiere específicamente a la “linealidad del significante”. Más que a la secuencia en dirección recta tenga un significante impreso o hablado, la palabra “lineal” se refiere sobre todo al lapso en el que un sonido o un texto impreso se someten a una secuencia temporal para poder ser entendido cuando se escucha o se lee. Cuando por ejemplo decimos o leemos el signo lingüístico “perro” hemos establecido un orden lineal de los monemas P/E/R/R/O al igual que cuando decimos “E/L/ P/E/R/R/O/ E/S/T/Á/ S/O/B/R/E/ E/L/ S/O/F/Á/”. Sin importar la sencillez o la complejidad del primer y segundo caso, en ambos opera la “linealidad” para que quien lee o escucha este signo pueda hacerse una idea puntual de lo que se le quiere hacer entender.
En pocas palabras podemos decir que el signo es lineal porque el significante se desenvuelve sucesivamente en el tiempo; es decir, no pueden ser pronunciados en forma simultánea, sino uno después del otro, en unidades sucesivas que se producen linealmente en el tiempo.
A pesar de que el lingüista no profundizó mayor cosa sobre este principio, él asegura que el lenguaje funciona correctamente gracias a la linealidad y, que además, sus consecuencias son muy profundas en tanto que opera como una especie de filtro que impide que pasen por nuestros oídos o nuestros ojos varios significantes a la vez. A manera de conclusión de este aparte, podríamos decir que mientras la arbitrariedad del signo opera como una “cadena”, la linealidad hace lo suyo a manera de “vínculo” selectivo entre cada uno de los posibles significantes.
El tercer principio es el de la inmutabilidad, principio mediante el cual, todos aprendemos un sistema lingüístico determinado y no nos cuestionamos por qué llamamos "casa" a la casa o "rosa" a la rosa en tanto que, simplemente, simplemente nos estamos aprendiendo el nombre de la casa o de la rosa respectivamente. Así pues las cosas, la inmutabilidad entonces consiste en que la comunidad impone el uso de un signo lingüístico en un momento determinado de la evolución de una lengua. En este punto es necesario decir que esta característica únicamente es posible desde una perspectiva sincrónica, recordando por demás que en cuanto a lo inmutable el signo lingüístico sí puede cambiar sincrónicamente, es decir, en un estado de tiempo.
Aquí el tiempo es una condición fundamental para entender la forma en que los signos y las palabras cambian. Cada día aparece en el contexto social nuevos vínculos entre significados y significantes al igual que otros tanto simplemente se desactualizan o se pierden por completo. Por tan solo citar un ejemplo, este es el caso de la palabra “ratón” que hasta hace algún tiempo tan solo nominaba al roedor del que todos queremos deshacernos. Con el tiempo y la introducción del ordenador personal, el termino “ratón” o “mouse” empezó a ser utilizado para nombrar ese componente periférico del computador. Uno y otro significado coexisten cómodamente en la sociedad sin que el significado de cada uno afecte al otro. En este sencillo ejemplo es notable la forma en que opera la arbitrariedad entre el significante y el significado, así como también permite vislumbrar cómo es que surgen los cambios en una lengua, cambios que por demás, dinamizan las estructuras generales de cualquier lengua en general.
El cuarto y último principio es el de la mutabilidad en donde la lengua se considera desde una perspectiva netamente diacrónica. Aquí las unidades de una lengua pueden transformarse a medida en que trascurre el tiempo. Por ejemplo las palabras en latín nocte y pectus que derivaron respectivamente en "noche" y "pecho" dan cuenta de cómo opera la mutabilidad ya que el signo lingüístico puede ir cambiando diacrónicamente; esto es, a través del tiempo.
Otro aspecto fundamental dentro de esta teoría, es el que el autor propuso que el signo lingüístico era un “objeto real” que a pesar de existir solo en la mente de los hablantes, pertenece también al sistema de la lengua. En su Curso de Lingüística General afirma que tanto el sistema (un todo coherente organizado de acuerdo a ciertos principios jerárquicos e interdependientes) como el habla (conjunto de prácticas que no pertenecen a la lengua) tienen un carácter concreto ya que los signos del sistema tienen la posibilidad de ser tangibles o mejor aun, de materializarse una vez son escritos, así como los del habla se hacen evidentes a través de los movimientos de los labios, la lengua y los pulmones.
Cuando el signo (vinculo entre una forma que significa y un concepto que es significado) corresponde a una palabra simple, éste se lee y se entiende fácilmente, pero cuando el mismo signo contiene muchas otras formas lingüísticas o muchos signos en él, el caso se torna un poco más complejo cuando de interpretarlo se trata. Siguiendo con nuestro ejemplo, la palabra “ratón” da cuerpo y estructura un signo bastante sencillo, pero al decir “ratonera” o ratoneras” estamos frente a dos signos que si bien dependen de la idea básica de “ratón” los respectivos significantes “a” y “as” son los que añaden la presencia de una o varias trampas para atrapar ratones. De lo anterior podemos concluir entonces que la palabra NO puede ser considerada como una simple unidad lingüística en tanto que hay fragmentos de significado dentro de las mismas palabras, fragmentos que por demás, hacen las veces de porciones de significado que logran abarcar más que la palabra misma. Así, ratón corresponde a un solo signo, ratones a dos, ratonera también a dos y ratoneras, sin lugar a dudas a tres.
Lo anterior sirvió de base para que el lingüista estableciera una metáfora entre su juego favorito, el ajedrez y, el lenguaje. Así como el juego del ajedrez las piezas interactúan unas con otras, el lenguaje opera por simple oposición entre sus “unidades concretas”. A pesar de que en un contexto en particular podamos llegar a considerar que el valor entre forma y significado es el mismo y que por lo tanto las dos palabras son idénticas ello no basta para establecer por completo la identidad del signo ya que en que en ocasiones enfrentamos contextos donde existen unidades idénticas que varían en cuanto a su forma y significado, tal como sucede cuando escuchamos las diferentes variantes de pronunciación de los mismos signos. ¿Está bien?, Ta bien o tavién, varían a nivel de significado aunque sus respectivas unidades conservan un vinculo idéntico. Este caso fue analizado a través de la incomoda situación de cuando dos personas que llevan el mismo traje se encuentran en la calle. A pesar de que el traje es exactamente el mismo, cada uno de los personajes protagonistas de esta situación consideran individualmente que son ellos los que imponen la diferencia al llevarlo puesto.
Gracias a que el signo lingüístico vincula sonidos e ideas es que se hace posible que cada uno de nosotros separe un pensamiento de otro. Desde esta perspectiva, el lenguaje va mucho más allá de ser simplemente un medio sonoro para expresar el pensamiento y, todo lo contrario éste es el dispositivo para que el pensamiento y el sonido interactúen a fin de producir unidades que se acuerdan mutuamente. Ello se entiende mejor a través de la metáfora a la que recurre Saussure: así como cuando el aire que entra en contacto con las masas de agua y cambia la presión atmosférica formándose en la superficie del agua olas, lo mismo sucede con la unión entre el pensamiento y sonido que forma el denominado signo lingüístico. Pensamiento y sonido son como las caras de una hoja de papel que no pueden ser cortadas de forma independiente ya que uno y otro son inseparables y están ligados por completo.
Taller Evaluable.
1. Defina detalladamente qué es significante o plano de la expresión y qué es significado o plano del contenido. Determínelo mediante un ejemplo gráfico.
2. mediante un ejemplo determine los siete momentos que Saussure propone para entender cómo seria analizada una palabra dentro de cada uno de sus diferentes contextos
3. Explique en sus palabras por qué es que el que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
4. Saussure reemplazó la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de _______________________________ y también reemplazó el término “cosa” por el de _______________________ imagen mental.
5. Ponga un ejemplo en el que al significante se le resta el significado y diga cuales serian las posibles consecuencias.
6. Diga y explique detalladamente los cuatro principios que Saussure estableció alrededor del signo. En cada uno de ellos ponga ejemplos puntuales y diga cómo éstos aplicarían a la imagen en general. Disponga para ello también de ejemplos gráficos.
7. Qué se entiende por objeto real bajo la perspectiva de Saussure.
8. A través de un ejemplo lingüístico y otro gráfico ilustre y justifique una situación en la que existan unidades idénticas que varíen en cuanto a su forma pero no en cuanto a su significado.
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