lunes, 3 de septiembre de 2007

El signo en Ferdinand de Saussure y los cuatro principios básicos.

Augusto Solórzano
Magíster en Estética

FERDINAND DE SAUSSURE:
Aunque el problema del signo ha sido foco de interés desde la antigüedad, es con Ferdinand de Saussure que aparece una completa teoría lingüística cuyos alcances conceptuales son la base estructural para entender los verdaderos alcances el signo tiene en todos campos del saber. Saussure dirigió sus esfuerzos por concebir el signo lingüístico como una unidad psíquica compuesta básicamente por dos elementos: el significante y el significado. Este modelo “diádico” fue el motor de arranque para entender cómo el ejercicio del lenguaje estaba ligado por completo a los conceptos mentales que con el tiempo se han arraigado en el cerebro de cada uno de nosotros.
Visto lo anterior más al detalle, decimos pues que el significante o imagen acústica es esa especie de huella psíquica que está en nuestro cerebro cuando escuchamos una palabra en particular, palabra que unimos inmediatamente al concepto o significado que tenemos de ella. En el siguiente grafico lo anterior puede verse con mayor claridad:

Con el inicio de la moderna lingüística se empieza a concebir que el significante y el significado sean dos aspectos que se presuponen recíprocamente y que no pueden definirse el uno sin el otro. Antes de la formulación de esta teoría, era común que se supusiera que los seres humanos venían al mundo cargados de ideas y que lo que se hacia era simplemente ponerle palabras especificas a cada una de ellas. Aunque en pocas palabras, podríamos decir que el signo lingüístico proviene de la combinación de significante y significado o, lo que es lo mismo, de una forma y un contenido que constituyen las dos caras de una moneda, el planteamiento saussuriano supone siete puntos específicos que se deben tener en cuenta para que el proceso de comunicación se lleve a cabo. Siguiendo el ejemplo del árbol en el que la vista o el recuerdo del “árbol” evoca en la mente del interlocutor la imagen visual o el concepto de “árbol” estos siete puntos estarían distribuidos así:
1. Relación entre el concepto y la cosa en sí. Entender cómo se desarrolla estas asociaciones un problema que le concierne por entero a la psicología entendida ésta como ciencia o conocimiento de las cosas y también a la epistemología ya que ésta es una crítica del conocimiento como tal.
2. Relaciones entre el concepto y la imagen acústica del signo. Es en este punto donde aparece manifiesto el problema de la “significación” y, por lo tanto dicha relación concierne no solamente a la psicología sino también a la lógica y la lingüística o semántica.
3. Relaciones entre la imagen acústica del signo y su forma sonora actualizada en donde el problema gira en torno a la fonación, interés de la fisiología y la fonética.
4. Transmisión y recepción del signo, interés de toda la teoría de la información y de la fisiología acústica.
5. y 6. Concierne a todo lo referente a la formación de la imagen acústica y a cómo ésta produce el concepto en la mente del oyente, así como también a todo aquello que gira en torno a la relación del concepto recibido con el objeto (7.).
De esta forma queda de manifiesto que todo aquello que llamamos palabra es simplemente una formación fónica (gráfica) a través de la cual es posible que cada uno de nosotros evoque una cosa en virtud de una convención.


Los cuatro elementos distintos que comprende una palabra cualquiera (en este caso árbol) serian los siguientes:

Arbor = árbol
Imagen de la cosa = imagen fónica


Como puede verse a partir de este esquema general, es posible deducir que tanto la cosa “árbol” como la formación fónica de “árbol” son dos sustancias concretas que no pertenecen al sistema de la lengua entendido éste como “una suma de improntas mentales”. El ÁRBOL (la cosa) que pertenece a la botánica, la biología, al paisajismo etc y, el “árbol” (como nombre o forma fónica) pertenece más bien a la fisiología, la acústica y, por su puesto a la fonética. La razón de lo anterior radica básicamente en que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
El significante del signo lingüístico es simplemente una "imagen acústica" (cadena de sonidos) y constituye el plano de la extensión o, también podríamos decir que es el conjunto de letras con el cual escribimos o representamos a un signo en particular. El significante también consta de una imagen gráfica, que es lo que se obtiene por medio de los sentidos, que bien puede ser un conjunto de letras o una palabra en sí. Por su parte, el significado es el concepto y construye el plano del contenido. Es algo así como la idea principal que tenemos en la mente de cualquier palabra o de cualquier signo.
El giro radical que acarrea esta perspectiva teórica casi equivale a descifrar el viejo enigma que se interroga sobre quién quien ocupa el primer lugar en la cadena evolutiva si el huevo o la gallina. Así, y en estos mismos términos, podría decirse que tal como la gallina fue la idea que se le ocurrió al huevo para que otros huevos pudieran existir más adelante, las ideas y las palabras también dependen de un proceso e influencia mutua. El signo lingüístico vincula un concepto con una imagen acústica y no solamente el nombre con la cosa como se creía anteriormente.
En las notas que sus alumnos recopilaron tiempo después de su muerte, Saussure había reemplazado la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de “imagen acústica” o imagen mental de un nombre cualquiera a la que un hablante cualquiera recurre para referirse a algo en particular, al tiempo que también reemplazó el término “cosa” por “imagen mental”. Más que un simple capricho terminológico, la pretensión del lingüista era la de establecer esas dos identidades imprescindibles una de la otra. Si al significante se le resta el significado, éste inmediatamente deja de ser significante y se convierte en un mero objeto físico .
A través de un sencillo ejemplo es posible determinar que entre el significante y el significado existe un valor referencial determinado. Al tomar de una parte el significante /mesa/ como un conjunto de letras ordenadas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los significantes y, por otra parte, la mesa en la que escribo como ese conjunto de formas geométricas mediante el cual podemos distinguirlo del resto de los cuerpos que constituyen el mundo se puede visualizar fácilmente el valor referencial del significante queda limitado frente al valor referencial del significado, ya que este último posee además un valor corporal, una materialidad, en virtud de la cual la mesa puede usarse para comer o escribir sobre ella; en otras palabras, bien vale decir que en el caso del significante su valor referencial carece de un cuerpo que le determine.
Tras analizar cuales eran las partes del signo, F. de Saussure logró establecer alrededor de este problema cuatro principios que veremos detalladamente. El primero de ellos fue el de la “arbitrariedad” del signo.
Por “arbitrariedad” del signo este autor entiende cualquier conexión que un hablante cualquiera de una lengua pueda y desee hacer entre significante y significado. Dicho en otras palabras, estas dos partes que constituyen el signo lingüístico, están en un ahí y un ahora para que el hablante tenga la posibilidad de hacer cualquier conexión entre ellas. Por ejemplo, cuando en los hablantes de la lengua española surgió el problema de nominar al animal mamífero, canino, cuadrúpedo, doméstico, etc. que hoy conocemos como “perro” y que casi todos asociamos con los valores de amistad, fidelidad, compañía y lealtad, pudo habérsele colocado cualquier otro nombre; esto es, pudo haberse elegido cualquier otro signo lingüístico, otra secuencia de sonidos (significante) que expresaran ese mismo concepto (significado). Para los hablantes del inglés este mismo problema fue resuelto con la utilización del signo “can” que asocia exactamente al mismo animal y, así sucesivamente sucedió con el resto de lenguas del mundo. De esta forma es que opera la “arbitrariedad” del signo, primer principio de Saussure. De no existir dicho principio tan solo existiría una sola lengua en el mundo. En este punto es necesario aclarar que aun cuando el signo sea arbitrario en lo que respecta al significante y al significado, dicha arbitrariedad no opera para los hablantes que hacen uso de la lengua, pues ello significaría que dentro de un idioma cualquier persona podría llamar a las cosas de cualquier modo y que por ende, la comunicación simplemente desaparecería dado que en dicho contexto no habría un código o conjunto de reglas comunes sobre las cuales tácitamente se ha puesto de acuerdo toda una comunidad para su mutuo entendimiento. Dentro de la teoría lingüística lo anterior es conocido como la “inmutabilidad” del signo: A pesar de que la lengua es libre de establecer cualquier vínculo entre cualquier sonido o secuencia de sonidos y cualquier idea, ningún hablante, ni tampoco ninguna comunidad de hablantes tienen la libertad de deshacerlo o sustituirlo por otro. En la lengua nadie puede autoproclamarse como una “autoridad”, o dueño capaz de imponer a una colectividad cuando ésta debe usar o dejar de usar las palabras o los signos.
A manera de resumen de este principio, podemos decir que entre el vínculo que une a un significado con un significante es arbitrario y que el lazo que une a ambos es inmotivado, ya que el significado puede estar asociado a cualquier nombre y que por lo tanto no existe un nexo natural entre ellos incluso tal como ocurre con las onomatopeyas. En español el canto del gallo corresponde a un quiquiriquí mientras en francés el mismo canto obedece a un coquerico o, también en cuanto a las exclamaciones : español:!ay!, y alemán:!aua!
El segundo principio de Saussure está ligado por completo con el que acabamos de abandonar y se refiere específicamente a la “linealidad del significante”. Más que a la secuencia en dirección recta tenga un significante impreso o hablado, la palabra “lineal” se refiere sobre todo al lapso en el que un sonido o un texto impreso se someten a una secuencia temporal para poder ser entendido cuando se escucha o se lee. Cuando por ejemplo decimos o leemos el signo lingüístico “perro” hemos establecido un orden lineal de los monemas P/E/R/R/O al igual que cuando decimos “E/L/ P/E/R/R/O/ E/S/T/Á/ S/O/B/R/E/ E/L/ S/O/F/Á/”. Sin importar la sencillez o la complejidad del primer y segundo caso, en ambos opera la “linealidad” para que quien lee o escucha este signo pueda hacerse una idea puntual de lo que se le quiere hacer entender.
En pocas palabras podemos decir que el signo es lineal porque el significante se desenvuelve sucesivamente en el tiempo; es decir, no pueden ser pronunciados en forma simultánea, sino uno después del otro, en unidades sucesivas que se producen linealmente en el tiempo.
A pesar de que el lingüista no profundizó mayor cosa sobre este principio, él asegura que el lenguaje funciona correctamente gracias a la linealidad y, que además, sus consecuencias son muy profundas en tanto que opera como una especie de filtro que impide que pasen por nuestros oídos o nuestros ojos varios significantes a la vez. A manera de conclusión de este aparte, podríamos decir que mientras la arbitrariedad del signo opera como una “cadena”, la linealidad hace lo suyo a manera de “vínculo” selectivo entre cada uno de los posibles significantes.
El tercer principio es el de la inmutabilidad, principio mediante el cual, todos aprendemos un sistema lingüístico determinado y no nos cuestionamos por qué llamamos "casa" a la casa o "rosa" a la rosa en tanto que, simplemente, simplemente nos estamos aprendiendo el nombre de la casa o de la rosa respectivamente. Así pues las cosas, la inmutabilidad entonces consiste en que la comunidad impone el uso de un signo lingüístico en un momento determinado de la evolución de una lengua. En este punto es necesario decir que esta característica únicamente es posible desde una perspectiva sincrónica, recordando por demás que en cuanto a lo inmutable el signo lingüístico sí puede cambiar sincrónicamente, es decir, en un estado de tiempo.
Aquí el tiempo es una condición fundamental para entender la forma en que los signos y las palabras cambian. Cada día aparece en el contexto social nuevos vínculos entre significados y significantes al igual que otros tanto simplemente se desactualizan o se pierden por completo. Por tan solo citar un ejemplo, este es el caso de la palabra “ratón” que hasta hace algún tiempo tan solo nominaba al roedor del que todos queremos deshacernos. Con el tiempo y la introducción del ordenador personal, el termino “ratón” o “mouse” empezó a ser utilizado para nombrar ese componente periférico del computador. Uno y otro significado coexisten cómodamente en la sociedad sin que el significado de cada uno afecte al otro. En este sencillo ejemplo es notable la forma en que opera la arbitrariedad entre el significante y el significado, así como también permite vislumbrar cómo es que surgen los cambios en una lengua, cambios que por demás, dinamizan las estructuras generales de cualquier lengua en general.
El cuarto y último principio es el de la mutabilidad en donde la lengua se considera desde una perspectiva netamente diacrónica. Aquí las unidades de una lengua pueden transformarse a medida en que trascurre el tiempo. Por ejemplo las palabras en latín nocte y pectus que derivaron respectivamente en "noche" y "pecho" dan cuenta de cómo opera la mutabilidad ya que el signo lingüístico puede ir cambiando diacrónicamente; esto es, a través del tiempo.
Otro aspecto fundamental dentro de esta teoría, es el que el autor propuso que el signo lingüístico era un “objeto real” que a pesar de existir solo en la mente de los hablantes, pertenece también al sistema de la lengua. En su Curso de Lingüística General afirma que tanto el sistema (un todo coherente organizado de acuerdo a ciertos principios jerárquicos e interdependientes) como el habla (conjunto de prácticas que no pertenecen a la lengua) tienen un carácter concreto ya que los signos del sistema tienen la posibilidad de ser tangibles o mejor aun, de materializarse una vez son escritos, así como los del habla se hacen evidentes a través de los movimientos de los labios, la lengua y los pulmones.
Cuando el signo (vinculo entre una forma que significa y un concepto que es significado) corresponde a una palabra simple, éste se lee y se entiende fácilmente, pero cuando el mismo signo contiene muchas otras formas lingüísticas o muchos signos en él, el caso se torna un poco más complejo cuando de interpretarlo se trata. Siguiendo con nuestro ejemplo, la palabra “ratón” da cuerpo y estructura un signo bastante sencillo, pero al decir “ratonera” o ratoneras” estamos frente a dos signos que si bien dependen de la idea básica de “ratón” los respectivos significantes “a” y “as” son los que añaden la presencia de una o varias trampas para atrapar ratones. De lo anterior podemos concluir entonces que la palabra NO puede ser considerada como una simple unidad lingüística en tanto que hay fragmentos de significado dentro de las mismas palabras, fragmentos que por demás, hacen las veces de porciones de significado que logran abarcar más que la palabra misma. Así, ratón corresponde a un solo signo, ratones a dos, ratonera también a dos y ratoneras, sin lugar a dudas a tres.
Lo anterior sirvió de base para que el lingüista estableciera una metáfora entre su juego favorito, el ajedrez y, el lenguaje. Así como el juego del ajedrez las piezas interactúan unas con otras, el lenguaje opera por simple oposición entre sus “unidades concretas”. A pesar de que en un contexto en particular podamos llegar a considerar que el valor entre forma y significado es el mismo y que por lo tanto las dos palabras son idénticas ello no basta para establecer por completo la identidad del signo ya que en que en ocasiones enfrentamos contextos donde existen unidades idénticas que varían en cuanto a su forma y significado, tal como sucede cuando escuchamos las diferentes variantes de pronunciación de los mismos signos. ¿Está bien?, Ta bien o tavién, varían a nivel de significado aunque sus respectivas unidades conservan un vinculo idéntico. Este caso fue analizado a través de la incomoda situación de cuando dos personas que llevan el mismo traje se encuentran en la calle. A pesar de que el traje es exactamente el mismo, cada uno de los personajes protagonistas de esta situación consideran individualmente que son ellos los que imponen la diferencia al llevarlo puesto.
Gracias a que el signo lingüístico vincula sonidos e ideas es que se hace posible que cada uno de nosotros separe un pensamiento de otro. Desde esta perspectiva, el lenguaje va mucho más allá de ser simplemente un medio sonoro para expresar el pensamiento y, todo lo contrario éste es el dispositivo para que el pensamiento y el sonido interactúen a fin de producir unidades que se acuerdan mutuamente. Ello se entiende mejor a través de la metáfora a la que recurre Saussure: así como cuando el aire que entra en contacto con las masas de agua y cambia la presión atmosférica formándose en la superficie del agua olas, lo mismo sucede con la unión entre el pensamiento y sonido que forma el denominado signo lingüístico. Pensamiento y sonido son como las caras de una hoja de papel que no pueden ser cortadas de forma independiente ya que uno y otro son inseparables y están ligados por completo.




Taller Evaluable.

1. Defina detalladamente qué es significante o plano de la expresión y qué es significado o plano del contenido. Determínelo mediante un ejemplo gráfico.
2. mediante un ejemplo determine los siete momentos que Saussure propone para entender cómo seria analizada una palabra dentro de cada uno de sus diferentes contextos
3. Explique en sus palabras por qué es que el que el signo lingüístico no se limita a unir una cosa con un nombre, sino más bien, une un concepto con una imagen acústica.
4. Saussure reemplazó la palabra “nombre” (antiguo término que utilizado para referirse simplemente a la nomenclatura de las cosas) por la de _______________________________ y también reemplazó el término “cosa” por el de _______________________ imagen mental.
5. Ponga un ejemplo en el que al significante se le resta el significado y diga cuales serian las posibles consecuencias.
6. Diga y explique detalladamente los cuatro principios que Saussure estableció alrededor del signo. En cada uno de ellos ponga ejemplos puntuales y diga cómo éstos aplicarían a la imagen en general. Disponga para ello también de ejemplos gráficos.
7. Qué se entiende por objeto real bajo la perspectiva de Saussure.
8. A través de un ejemplo lingüístico y otro gráfico ilustre y justifique una situación en la que existan unidades idénticas que varíen en cuanto a su forma pero no en cuanto a su significado.

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